Voy a contarles una anécdota que me ronda en la cabeza cada vez que se habla de galardones. Lo ocurrido tuvo lugar, en este siglo, durante la férrea dictadura administrativa, y curiosamente también económica, del Alcalde Cámara. Estaba diluviando y junto a otro compañero procedimos a colocar vallas para impedir la entrada de vehículos al túnel subterráneo del Rollo, que se estaba inundando. Un conductor, que al parecer tenía prisa por llegar a casa, ignoró la señalización y se adentró en el túnel, anegado ya con veinte centímetros de agua. El hombre se quedó pegado al volante sin poder continuar su ruta, mientras el agua seguía subiendo a velocidad de vértigo, alcanzando ya las ventanillas del turismo. Se pidió ayuda a dos testigos para intentar sacar el coche a empujones. Pero, mientras contemplaban la escena, se negaron a colaborar alegando que llevaban en el bolsillo móviles de más de 600 euros y que no estaban dispuestos a sacrificarlos para salvarle la vida a nadie. A pesar de ello, se consiguió sacar en volandas al conductor, que se encontraba en estado de shock, mientras algunos de los curiosos, allí concentrados, tomaban fotos de la intervención, bajo un manto de agua.
Al día siguiente me llamaron a un despacho. Las fotos, donde se veía a dos policías locales con el agua hasta el cuello,dentro del túnel convertido en una balsa, habían llegado a las redacciones de los dos periódicos locales que habían creído oportuno ponerlas en portada como muestra del diluvio que había asolada la capital, el día anterior. Se me pidió que identificara a los dos policías que aparecían en las fotografías, rescatando al conductor despistado. Al parecer el Consistorio tenía mucho interés en felicitar públicamente a los dos policías, con bombo y platillo. Sorprendida, expliqué que uno de los agentes que aparecía en la imagen era uno de mis sufridos policías de tráfico y que el segundo, que llevaba un impermeable con capucha, era una servidora. Se hizo un silencio embarazoso y no pude evitar sentir un poco de pena al ver como mi implicación en el rescate les desmontaba el chiringuito mediático que habían ideado para mayor gloria del Cesar local. Como ya habrán imaginado, nunca más se supo de la felicitación. No se le dio ninguna publicidad a la intervención policial y la supuesta hazaña quedó en el olvido, incluso dentro de la policía.
La libertad de expresión es uno de esos derechos que hace posible nuestra Democracia. Aunque no sean conscientes de ello, sus consecuencias benefician a muchos, que nunca mejor dicho, no necesitan mojarse con sus opiniones. Pero raras veces esa libertad resulta provechosa para el que la ejerce, de ahí la incomprensión de los que integran tu entorno más próximo que no entiende ese anhelo tuyo de complicarte la vida, con tu testimonio. Dirigido a los que han tomado el relevo de la política murciana y a mis compañeros policías de cualquier escalafón y cuerpo que no deben de olvidar que están al servicio del Estado de Derecho, escribo este artículo, siguiendo con mi ingenuidad terminal, para pedirles que suscriban las palabras de mi amado Voltaire que tuvo la inteligencia de asegurar: “NO ESTOY DE ACUERDO CON LO QUE DICES PERO DEFENDERÉ CON MI VIDA TU DERECHO A EXPRESARLO”
Aprovechando que el día 17 de marzo es San Patricio, patrón de la policía local de Murcia, permítanme transmitir mi enhorabuena a todos los felicitados por su trabajo de ayuda a los demás. Le pese a quien no lo quiera entender, la eficacia del trabajo policial depende, en ocasiones, de poder recurrir a la prohibición, a la coacción, a la denuncia e incluso a la fuerza.
Feliz Patrón 2016 a todos.