Estaba frente al espejo admirando su imagen que, tenía que reconocer, había cambiado en estos últimos doce años de vorágines y terremotos existenciales. Con la cabeza erguida, se preparaba para recibir los flashes de los periodistas y las miradas inquisitivas de los invitados al acto. Era el preludio de un infierno de halagos y cotilleos en el que cualquier contratiempo e incluso cualquier gesto sería reinterpretado y magnificado antes de pasar a la posteridad.
– Te aseguro que yo no tengo intención de convertirme en: ” la Señora de”.
– Cuidado con lo que dices.
– Perdona, pero si me conocieras, como dices que me conoces, sabrías que lo de mujer florero no va conmigo.
– Vale bonita lo que tu digas.
– En el fondo tu sí que eres super tradicional. Das por hecho que todos tenemos la obligación de traer niños al mundo. Para mí son otras las prioridades.
– Niños no. Niñas. Te lo he dicho mil veces.
– Bueno déjalo. Cuando te metes en el papel de pitonisa te vuelves insoportable.
– Es sólo una cuestión cronológica. Tu sigues un orden y yo me anticipo al futuro.
– Si sabes lo que va a ocurrir estarás informada, aunque no lo sabe nadie, de que el director de la cadena me ha llamada para que suba a su despacho mañana.
– Sí. Como me gustaría poder presenciar la escena, por que vas a ser demasiado blanda. El Jefe es un mujeriego. No te dejes engatusar. Conociéndote, sé que te sientes halagada por el interés que el dire ha puesto en ti, pero tu estás predestinada a más altos vuelos.
– Bueno el tío es super influyente y su familia al parecer tiene un fortunón. Sin lugar a dudas sería un buen partido.
– Olvídate, ese no te conviene. Así que resérvate para un futuro próximo que te cambiará la vida.
– Ves ahora yo también me he puesto a decir tonterías. El señor director no me interesa para nada. A mi a estas alturas de mi vida y después de un divorcio, lo que me interesa es mi carrera profesional. Tenemos la suerte de trabajar en algo que nos gusta y sabes que yo soy ambiciosa pero ello no pasa con liarme con mi jefe. Quiero que me reconozcan por mi trabajo. Por mi implicación.
– No te quejarás. Despiertas la envidia y hay que decir también la admiración de toda la plantilla. Ahora mismo eres la mujer del año.
– Si pero soy una mujer libre, que toma sus propias decisiones y que intuye que algún día ostentará un cargo de responsabilidad.
– Ves tu también tienes poderes. Eres lista, muy lista y eso todo el mundo te lo reconoce. Pero en esta vida uno no sólo se ha de regir por la cabeza si no también por el corazón. Te enamorarás y te olvidarás de este trabajo y de tus sueños.
– ¿De verdad que me imaginas de ama de casa, con la pata quebrada y esperando a mi príncipe azul?
– ¿Por qué no? Puedes tener tu propio cuento de hadas. Que un buen día aparezca un príncipe real. Que te lleve a su palacio y que felices comiendo perdices, tengáis dos princesitas que pasaran a ser, para los dos, la razón de vuestros desvelos y alegrías
– No me imagino yo siendo feliz en un cuento de hadas, ni sacrificándome por una familia numerosa y menos por un machote que sería el encargado de mantenerme.
– Cuidado con lo que dices. Me comprometo a recordarte tus palabras aunque para entonces me será casi imposible hablar contigo.
– No digas tonterías lo mío es la comunicación y además yo quiero viajar, recorrer el planeta. Tal vez hacer grandes documentales sobre asuntos sociales que se queden grabados en la retina de la gente o que intenten explicar peculiaridades culturales que no dejen a nadie indiferente. Conocer a gente interesante y poder compartir momentos de sus vidas que me ayuden a descubrir nuevas realidades.
– De alguna manera esos sueños se van a materializar y se van a convertir en una gran responsabilidad. No de la forma que tu te imaginas pero seguro que una vez más la realidad superará a esa ahora ficción que sólo está en tu cabeza. Famosa vas a ser, si es eso lo que te has propuesto. Vas a hacer historia.Ya te lo digoyo y sabes que suelo acertar.
– Bueno famosas ya lo somos. Sabes que sólo con salir en televisión es como si entraras en todos los hogares. Pero ya me conoces. Soy impaciente y por ello no quiero perder el tiempo, ni que un impresentable me lo haga perder. Yo no soy el juguete de nadie y mañana con tacto se lo pienso explicar.
– Si, con demasiado tacto. El Don Juan se quedará convencido de que tiene alguna oportunidad de llevarte a la cama. Pero recuerda que tu no tienes nada que perder. Cualquier cadena de televisión te querrá tener en sus informativos. Has creado una nueva forma de comunicar las noticias. Con tu cara bonita, tu entonación y ritmo tan convincentes y esos ojos, que abres exageradamente para darle interés a lo que cuentas y que obligan a la audiencia a estar pendiente de tus palabras. Sabes que tienes muchas imitadoras. Incluso los hombres intentan copiar tus formas y maneras.
– Gracias, amiga. Con lo dura que sueles ser siempre conmigo, especialmente cuando me tachas de clasista, me acabas de dejar patidifusa.
– Ese éxito y esa capacidad tuya de seducción son los que te van a abrir la puerta de una felicidad que, ya verás, pillará a todo el país por sorpresa.
– Si convirtiéndome en: “la señora de”. ¿No? Ni por todo el oro del mundo.
– Chica que materialista. Estoy hablando de sentimientos. Por amor vas a conseguir algo muy difícil en este país de tontos y enchufados.
– Buf, como me aburres. Parece que te hubieras convertido en celestina.
– Digamos que soy tu hada madrina. Y que sepas que me lo pones difícil en ocasiones. Te pierde ese carácter impulsivo que tienes.Te aviso que vas a tener que sobrevivir en un mundo de protocolo y apariencias donde tendrás que aprender a domar tu orgullo y a pasar por el aro diariamente. Recuerda que serás constantemente observada y expuesta a críticas poco constructivas. Y lo peor de todo es que no podrás confiar en nadie.
– Sólo me falta que me digas que me voy a hacer la cirugía estética y que me voy a obsesionar por mi aspecto físico y mi vestuario.
– Lo has clavado. Serás la reina del papel couché y te convertirás en un icono de la moda española, rivalizando en belleza con las esposas de otros mandatarios extranjeros.
– Vaya ahora resulta que me voy a casar con un embajador. Te aseguro que no dejaría mi trabajo para seguir a un diplomático por medio mundo. Yo necesito sentirme realizada. ¿ De verdad que no lo entiendes?
– Bueno será tu decisión. A mi no me gustaría estar en tu pellejo. La derechona te va vilipendiar y los culturetas de izquierda te van a despreciar. Será tan fácil cuando las redes sociales se haya universalizado. Todos opinaran, compartirán tus fotos y vídeos y seguro que ya nadie recordará tu profesionalidad y tu frescura, que ha colocado a la primera cadena pública de este país en lo alto del ranking de audiencia.
– Esto ya no parece un cuento de hadas. Si en un futuro Internet se utiliza para la crítica y el desprestigio, tus predicciones convierten mi futuro en una historia de terror. Te aseguro que tus vaticinios no me gustan.
– Bueno, piensa que descubrirás las bondades del instinto materno y que enseñaras a tu marido a ser más expresivo y a acercarse al pueblo que le paga las facturas.
– Al pueblo. ¿Qué pueblo?
– Letizia. Me refiero al pueblo español.
Ya habían pasado unos minutos sobre la hora marcada por el protocolo. Era el momento de hacer su entrada en el salón. Caminaba como le habían enseñado a hacerlo, pendiente de no defraudar a las miradas caníbales que se iban a recrear contemplando su porte, su delgadez, su maquillaje, su peinado, sus zapatos y el modelito que su Alteza había elegido para la ocasión.