Pipí. Se ha hecho pipí en el patio del colegio. El muy tonto se ha escondido detrás de una valla para poder mear debajo de una morera. Creía que no lo iban a ver. Creía que no se iba a saber. Es que es tan tonto, mira que este Ramón es tonto.
Ahora se lo dirán a sus padres. Es la segunda vez que lo pillan meando en un árbol del recreo. Si es que no tiene luces: sacarse la chorra donde están todos los niños jugando. ¡Hay que ser tonto¡
Los profes le están riñendo y él pone cara de pardillo. Si es que tiene una cara que dan ganas de darle bofetadas y pellizcos. Y encima no responde cuando le preguntan por qué se mea en el patio. Se queda callado como un bobo.
Si le castigan se lo merece por idiota. Si lo expulsan del cole, nos vamos a partir de risa. Y es que siempre es el mismo el que hace el ridículo: mearse en los árboles ¡será imbécil!
Yo, es que me lo paso pipa, viendo sus ojos llenos de miedo y de lágrimas. Si le dirijo la palabra se pone a temblar. Nunca pensé que iba a hacer todo lo que a mí me diera la gana.
Sabe que a los aseos no puede ir. Sabe que allí está perdido. Y es que disfruto encerrándolo en el váter y sujetándole la puerta, para que no pueda salir.
Todos se ríen cuando Ramón vuelve a clase tarde y su Seño le reprocha haberse entretenido por ahí: “Eres muy despistado Ramón. Me vas a obligar a dejarte sin recreo.”
“Dejarle sin recreo”- dice. Creo que le harían un favor dejándolo escondido en la clase, por que es tan tonto que no sé como sus padres no se dan cuenta de lo que está pasando. Mi primo y yo nos hemos meado varias veces en su bolsa de aseo, mientras él se quedaba llorando como una nenaza.
Yo le llamo Ramón el marrano por que no veas como huele su bolsa.
Pero me lo paso de muerte cuando le riñen sin parar, mientras él se queda callado con cara de lelo.
El otro día vino su madre al colegio y ella también le riño delante de la directora. Pero es que el niñato no abrió la boca para explicar lo que le estaba pasando y ni siquiera lloró.
Pero esto se está poniendo interesante. Empecé con las collejas y ahora ya le doy patadas en las espinillas. También le agarro de la camiseta y lo zarandeo como si fuera un muñeco. Alucino, ni siquiera se atreve a salir corriendo.
Yo estoy en la clase de los mayores y mi primo va a su clase. Fue mi primo el que me dijo que Ramón era un pringao. Era uno de los que siempre levantaba la mano para responder a las preguntas de la Seño. Ahora ya no lo hace. Por que ahora sabe que lo vigilo y ha comprendido quien es el que manda.