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Sargento Emilia

La joven investigadora

En el instituto le llamaban Penélope l´amour por su belleza inusual y su figura estilizada. Ella podía haber sido lo que se hubiera propuesto, pero decidió dedicarse a la investigación científica. Su llegada al laboratorio de la farmacéutica Milloneti, nada más terminar su licenciatura, fue todo un reto para ella y una oportunidad para demostrar su valía y para reafirmar que no era solo una cara bonita.
Su jefe Arturo era un cascarrabias que pretendía controlarlo todo y que desde luego era incapaz de motivar a los integrantes de los diferentes grupos de investigación, que no le soportaban. El hombre llevaba años amenazando con jubilarse pero, curiosamente, cuando Penélope empezó a trabajar con él, él dejo de hablar de jubilación y se dedicó a trabajar con más ahínco. Obsesionado por blindar las partidas presupuestarias que la empresa le encomendaba, Don Arturo se convirtió así en un gestor aburrido y maniático, al que todos evitaban. Mientras seguía maltratando al resto de los empleados del laboratorio, a la recién llegada le facilitaba todo tipo de material y no escatimaba en proporcionarle las materias primas, necesarias para su investigación.
La joven investigadora tenía que soportar sus miradas lascivas y sus piropos ambiguos cada vez que su jefe entraba en su lugar de trabajo, con la excusa de preguntarle por los avances de la investigación. Ninguno de sus compañeros conocía el objetivo de sus cálculos de proporciones ya que ella había insistido, cuando la empresa Milloneti se interesó por su proyecto, en que sus investigaciones fueran secretas. Pero no pudo evitar que el veterano Don Arturo estuviera informado al respecto.
Lo cierto es que el interés que estaba mostrando por ella, estaba empezando a preocupar a la joven, a pesar de no ser la primera vez que sufría acoso.
El día que su jefe la llamo por teléfono para que se personara en su despacho, Penélope se propuso aclarar la situación y pararle los pies, para evitar cualquier malentendido.
– Pase señorita –le ordenó Don Arturo, con cara de satisfacción. –Le he pedido que viniera para decirle que está usted despedida. Sobra decir que no estoy contento con su trabajo.
– Pero…- intentó replicar la investigador.
– No hay peros que valgan. La empresa Milloneti acaba de rescindir su contrato. Buenas tardes y salga inmediatamente de mi despacho.
La noche del viernes anterior, Don Arturo se había quedado en el laboratorio, cuando todos se habían marchado a casa, para apoderarse de la fórmula en la que Pénelope estaba trabajando. No era la primera vez que lo hacía pero, en esta ocasión, la sustancia llamada provisionalmente TNT Plus había funcionado. Se trataba de un compuesto químico que pretendía estimular la libido femenina.
El sábado de esa última semana, con una muestra en su poder, Don Arturo había invitado a su casa a su vecina, que él apodaba la culona, y que desde hacía años se resistía a sus encantos. Con medio gramo de pócima, vertido en el café, había conseguido disfrutar de una ardiente velada en horizontal, en la que su voluptuosa acompañante se mostró especialmente inspirada.

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura.


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