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Sargento Emilia

Una metástasis silenciosa/ada

Veinte años después, algunos barrios de Murcia siguen igual. Mientras el secarral de sus alrededores se ha convertido en residenciales de lujo y universidades de postín, a estos guetos no les llega el tranvía. Ciertos políticos culturetas han creído poder maquillar el paisaje, pintando las fachadas de colorines y colocando, en medio del territorio comanche, un parque infantil.
Como era de esperar, las fachadas se han ido agrietando, cargadas de humedades y de pintadas infumables mientras el parque y sus bonitos accesorios han sido desmantelados por los propios moradores del lugar. Dicho vandalismo ha dejado aristas y cables sueltos, mortíferos para sus propios retoños.
Excluyendo algunos vendedores ambulantes, la mayoría de los habitantes de las llamadas casas baratas viven, en medio de un ambiente que huele a marihuana, de pensiones compensatorias o concedidas por tener el carné de presidiario cumplido o por ser portador del virus VIH y de ayudas municipales o de ONGs.
En medio de la desidia de porros, tatuajes y palabras malsonantes, algunas familias emprendedoras han apostado por la agricultura: ya se sabe que familia unida, que sube sacos de turba a los edificios, permanece unida. Es una producción colaborativa en la que participamos todos los murcianos: enganchados a la luz de forma fraudulenta, las plantaciones pueden llegar a gastar unos 80.000 euros en 6 meses. Estos pequeños minifundios urbanos proporcionan a estas familias numerosas un buen dinerillo, libre de impuestos, con la venta de marihuana al menudeo.
En el fondo esta actividad clandestina le viene bien a la sociedad acomodada que está criando adolescentes hedonistas y en ocasiones cabeza-huecas que se acercan, en grupo (los muy cobardicas) por los alrededores del barrio ( con el subidón de adrenalina garantizado que produce lo prohibido) para comprar hierba y, ya de paso, para adquirir cualquier otro tipo de mierda con la que pretendan experimentar.
Mientras tanto, el centro de las ciudades se llena de flores, plantas, guirnaldas perecederas y policías visibles para que la ciudadanía que decide, que es la que maneja las nuevas tecnologías, siga creyendo en el mundo de Yupi. Una sociedad conciertera y botellera que despilfarra el presupuesto en eventos gratuitos que solo podrán disfrutar aquellos que tienen dinero y tiempo para el ocio.
Murcia es tierra de mafias, de narcotráfico y de blanqueo de dinero pero esta metástasis es silenciosa y además silenciada por unos dirigentes que, cuando sus cuitas entre ellos les dejan tiempo, nos pintan las fachadas de colores y ponen a nuestra disposición parques infantiles, que todos agradecemos.

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura. Más en mis blogs: Sexo Exprés y Stop Bullying


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