Pues bien, esa es mi perdición: adoro provocar. Ya sé que tendría que desistir de escribir por todos esos quebraderos de cabeza que la pluma me trae. ¿Pero que quieren que haga? ¿Qué me busque un pluriempleo o que me apunte a boxeo, tal vez? ¿Qué, como los trepas con carné, ascienda en la administración de forma sibilina y con entrenada adulación? ¿Cambiar de discurso para obtener réditos y posición? – No gracias.
¿Dedicarle halagos a los corruptos y a sus becarios? ¿ Convertirme en bufón? ¿Expresarme con temor al referirme a los gerifaltes por miedo a que me declaren persona sin ambición ? – No gracias.
¿Engañar sin parar para comer caliente, tener la barriga llena y con dolor crónico de cintura rabiar de tanto reverenciar? -No gracias.
¿Medrar con los mediocres y vivir preocupada por el qué dirán? ¿Repetir sin tregua:”Señor lo que usted diga si con su bondad me encumbra en la pirámide social”? – No gracias.
¿Sentir terror por la exclusión?¿Preferir el rumor a la literatura?¿ Coleccionar medallas y palmaditas en la espalda? ¿Inventar calumnias y maledicencias para destacar sobre los demás? – No gracias.
Pero si que me apunto a amar, pensar, reír y disfrutar de mi libertad. A estar pendiente de mi entorno y de la diversidad, a ponerme el universo por montera y a no ser indiferente a las emociones y a los sentimientos. También a pelear y a escribir con pasión. A despreciar, sin tentaciones, el prestigio, el dinero y la posición y a volar con la imaginación hasta el séptimo cielo. Quiero reconocerle la valía solo al que se lo merezca y no tener que pagar por favores cuando amanezca. Reescribir el futuro al que nos quieran predestinar, sin ataduras ni partituras.
Y estar sola, decididamente sola si esa es mi elección.