Hola. En plena primavera de 2020 me voy a presentar: soy pastor de ovejas y tengo miles de carneros que me obedecen con la mirada y al dedillo, y también con la vara.
Mi función, como buen pastor, es proteger a mis ovejas y tratarlas con amor. Asi que las alimento bien y las cuido. Porque sé que una oveja bien cuidada, y además con amor, es una garantía para obtener una lana sedosa, de calidad y una carne tierna de sabor incomparable. Lo cierto es que yo amo a mis ovejas.
¿Por qué mis ovejas son felices cuando las esquilo? ¿Por qué no reaccionan cuando las vacuno o cuando las sacrifico para la cadena alimentaria?
¿No les parece sospechoso? Porque yo soy un pobre hombre enclenque que no tendría nada que hacer frente a una oveja enfurecida.Un solo carnero cabreado, nunca mejor dicho, podría conmigo y matarme de un solo golpe. Pues ahí va mi secreto. Para que un rebaño de miles de ovejas sea dócil, sumiso y obediente solo hace falta jugar con el miedo o con esa necesidad innata de seguridad que tienen los seres vivos. Así que cuando necesito esquilarlas, vacunarlas, confinarlas o llevarlas al matadero les grito: “¡Cuidado que viene el lobo. Hay un gran lobo!”. Indudablemente aqui juego con el miedo. “¡Corred rápido al redil. Rápido, rápido. Id a refugiaros al cobertizo!”. Aqui es cuando recurro a la necesidad de seguridad. Se inicia así una psicosis colectiva en la que las ovejas se pisan las unas a las otras. No piensan porque se sienten felices de encontrarse seguras, confinadas en el redil y lejos de los dientes del lobo. El miedo cortocircuita la reflexión. Hace explotar sus neuronas ( y mira que una oveja tiene pocas neuronas). Mientras su atención se centra en el lobo, yo tranquilamente las esquilo, las vacuno, les marco, le pongo un chip a los rebeldes, a los jefes, por supuesto, los castro, les inyecto medicinas…etc. Cuando termino mi trabajo, las voy soltando por pequeños grupos. Y claro que las ovejas se dan cuenta de ello, pero son felices porque han escapado del gran lobo y están vivas. Entonces las hago balar con todo su corazón, a la caída de la noche y les pido que me aplaudan a la hora de ese telediario que les va a contar que han escapado de un grandísimo peligro. Por supuesto que hay algunas ovejas rebeldes. Son las ovejas negras, las más inteligentes, las que han comprendido mi estrategia. Intentar explicar a sus hermanas ovejas que, a pesar de que el lobo se coma a dos o tres ovejas, el pastor es mucho más peligroso que el lobo, es tarea imposible. Por eso hay que ocuparse de esas ovejas negras, que no quieren entrar en el redil. Porque son rebeldes. Son espíritus libres. A estas o les enseño mi bastón o hago que mi perro les muerda. Lo más eficaz es degollar a una de ellas, delante de las demás. Con el sacrificio de una, aterrorizo a miles, que como por arte de magia se vuelven tiernas como corderitos. Mato a una y someto a miles. Es así como consigo asfixiar cualquier intento de revuelta. Hay muchos políticos que vienen a pedirme que les asesore. A pesar de que soy un simple pastor, si me piden ayuda es porque los métodos de los pastores de rebaño se pueden aplicar a los humanos. En efecto, la diferencia entre el comportamiento de las ovejas y los humanos es que no hay ninguna diferencia. Ese es el secreto, no hay otro.
Cuando queremos aprobar una ley impopular, que no va a gustar, hay que hacerlo cuando la población tiene miedo. Sirve bombardear a la ciudadanía con información sobre crisis climática, sanitaria o financiera y hablarle de deuda, de catástrofes, de invasiones…etc. Con el coronavirus no hemos conseguido confinar a miles de ovejas sino a millones de humanos, en todo el planeta. Humanos confinados como animales, humanos deshumanizados. Y lo peor, lo más repugnante de todo es que los jefes rebeldes cierran la boca. Los grandes jefes opositores acatan el confinamiento.
La única solución, a esta trampa maquiavélica, sería un despertar colectivo. Pero yo personalmente ya no pierdo mi tiempo en dar explicaciones a los cegatos. No sirve absolutamente para nada. Cuando he intentado explicar todo esto, al resto de las ovejas, he comprobado que algunas ya se habían percatado como yo. Pero otras muchas ovejas no entienden nada porque son gilipollas. Lo de gilipollas no es un insulto, ellos no tienen la culpa de serlo. Son así y no pueden dejar de ser gilipollas.
Asi que síganme y vayan difundiendo mi teoría por las redes porque me voy a presentar a las próximas elecciones presidenciales. Amigos necesito vuestros votos.
Y termino con un. ” Viva Yo, vuestro futuro Presidente dictador.”
Fdo : Marcel García de profesión pastor de ovejas.