Imagínense un barrio donde todo está documentado. Un barrio donde la administración se gasta un dineral en subvenciones, ayudas, arreglo de viviendas, alarmas y puertas blindadas, recogida de basura y limpieza viaria (un auténtico ejército dos veces a la semana).
Se sabe de su pobreza, de la falta de educación y de formación de la mayoría de sus habitantes, del envejecimiento e indefensión de los primeros moradores, de la gran cantidad de jóvenes que ni estudian, ni trabajan y que se comunican a gritos, amenazas e insultos y que presumen de portar armas.
De la vida en la calle, con reuniones familiares hasta alta horas de la madrugada, con música a todo trapo, petardos, fogatas y mucho alcohol y farlopa, con los que la mayoría termina demenciada. (Duermen por las mañanas, incluso hasta la hora de la merienda).
De la venta de drogas y del cultivo de marihuana en muchos pisos, con la existencia de varios clanes enfrentados ( El barrio tiene la dudosa fama de tener la mayor diversidad de sustancias estupefacientes y de mayor calidad, por ello está contaminando a los pueblos residenciales de los alrededores)
De las adicciones crónicas a las drogas, al alcohol, al juego y a la prostitución. ( Los camellos terminan enganchados a la propia mierda que venden)
De la entradas y salidas constantes de los cabezas de familia de la cárcel, con el desamparo de niños que quedan al cuidado de abuelos discapacitados o de hermanos mayores, que no superan los 13 años.
Del absentismo escolar, los enganches fraudulentos de agua y luz. Las sobrecargas por aires acondicionados para las plantaciones y los apagones que sumergen, de forma intermitente, al barrio en la oscuridad.
De la insalubridad, por la falta de higiene, los hábitos poco saludables y las plagas de ratas, cucarachas y chinches. Las humedades y la quema de contenedores. El escaso control médico de la población que recurre a los servicios sanitarios de urgencia, in extremis.
De la proliferación de artefactos motorizados que circulan por las calles del barrio sin respetar normas, sin límite de edad y sin ningún tipo de medidas de seguridad, ni contrato de seguro de responsabilidad civil.( Si te los llevas con la grúa, enseguida disponen de 100 euros para sacarlos del depósito)
La pandemia está visibilizando todos los problemas que afectan a la convivencia pero ahora los políticos se escudan en que no es el momento de intervenir.(Bueno tampoco lo era hace un año , en la prepandemia)
I HAVE A DREAM pero recuerden que la intervención ha de ser MULTIDISCIPLINAR ( La policía nunca es la solución a los problemas)
Se pueden hacer muchas cosas pero solo con voluntad política ( ¿O tienen que haber intereses urbanísticos, como en en barrio de San Basilio en Murcia, para que actúe la Administración con Mayúscula?)
Los barrios no pueden ser guetos (nadie quiere una vivienda social en la zona salvo los familiares de los narcos). Los clanes familiares tienen que diseminarse. La población tiene que diversificarse ( Hay edificios enteros vacios: por su cercanía con las universidades sería una buena zona para residencias estudiantiles). Las defraudaciones de fluido eléctrico y de agua se han de impedir con contundencia. Las viviendas municipales han de poder ser inspeccionadas anualmente. Toda ayuda al necesitado es de agradecer pero ha de ser siempre con contrapartida: el compromiso de cuidar de lo público. Incluso los pisos municipales han sido rellenados con turba para plantaciones ( En este trabajo colaboran hasta los más pequeños de la casa). Es absurdo desmontarles policialmente el chiriguito para, al instante, tener que devolverle la llave al narco adjudicatario.
Pero para cualquier iniciativa se necesita la colaboración de los servicios jurídicos de los Ayuntamientos y la información veraz a las fiscalías para que, con la ley en la mano, se pueda diseñar unas estrategias que acaben con la impunidad de los incívicos, que aunque no se le crean tienen complejo de superioridad y un concepto psicótico de la familia.
Claro, que el dinero de la droga no está beneficiando a las familias traficantes, que a lo sumo se compran un coche de lujo, una macro tele de plasma o unas joyas de oro.
Los beneficios terminan dilapidados en los SALONES DE JUEGO y claro, ahí, con la iglesia hemos topado.