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Sargento Emilia

El valor del qué dirán

Se había convertido en un grano en el culo para los narcos del barrio. Había pasado de ser un camello con desparpajo y cierto éxito, a policonsumidor demenciado. De recorrer el barrio, tirando dinero por las ventanillas de los coches que robaba, había terminado por vivir como un lobo solitario, en una vivienda destrozada y con una rutina de jardineria aromática, trapicheos y fechorías varias.
Tras una noche de insomnio y marihuana, a la hora en la que los vecinos suelen sacar al perro a pasear, se había dedicado a tirar basura y enseres desde el tercer piso de su edificio. La policía consiguió convencerle, después de un tira y afloja, para que recogiera todo lo acumulado en la vía pública. El hombre, escoba en mano, se empleo a fondo en la tarea, mientras insultaba y amenazaba a diestro y siniestro a los vecinos, que ese día habían madrugado para mofarse de él y lanzarle sus dardos envenenados. Estaban hartos de una convivencia vecinal que cada vez se hacía más insostenible y peligrosa.
Después de jurar y perjurar que iba a rehabilitarse, la policía se marchó con la promesa de regresar si no se calmaba. A las pocas horas, le dio tiempo  a esnifar, romper cristales, amenazar a todos sus vecinos y, armado hasta los dientes,  a amedrentar a todo aquel que se cruzara por la escalera.
Esta vez fue detenido  y como suele pasar en algunos barrios, acudieron al lugar cientos de vecinos y familiares que acompañaban a la madre del desbrujulado. La mujer, convertida en auténtica plañidera de tragedia clásica, empezó a rasgarse las vestiduras y a tirarse de los pelos, mientras gritaba desaforada. Intentaba soliviantar a la multitud, que en esta ocasión no parecía muy convencida, para impedir la detención. Después de mucha tensión e insultos, el hombre fue desarmado y conducido a comisaría.
Cuando todos se retiraron, y ya sin testigos, la madre afligida se recompuso, para dirigirse a los policías que habían quedado para asegurar el lugar:
“Lo que tienen que hacer es encerrar a mi hijo y no dejarle salir más. Está loco y ya no hay quien pueda con él. Ha intentado apuñalar a alguien. Enciérrenle unos cuantos años, para que yo pueda recuperar la casa que me ha destrozado.”

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura.


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