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Sargento Emilia

Policía y propaganda política

La sociedad del bienestar ha ido progresivamente alejando a las Policías Locales de las funciones de seguridad, para convertirlas en organizaciones orientadas a la gestión de la convivencia vecinal y del ocio.
Para ello, en la selección de sus plantillas, ha sido necesario eliminar al candidato a policía de tipo Rambo ( acción-reacción) para buscar el perfil de policía amable y comunicador. Su función: trasladar la información de la calle al aparato burocrático central. Ese aparato burocrático se ha convertido, desde entonces, en un fagocitador de recursos y en un generador de estadística. Una estadística que adecuadamente interpretada servirá a los intereses de políticos y periodistas, que son en verdad sus destinatarios. Ello ha influido también en la formación y la actualización de esos policías que ha dejado de ser Universal. Se ha quitado todo lo considerado superfluo para centrarse en la legislación y en el conocimiento de infracciones y sanciones. Una orientación que, a corto plazo tiene el poder de aumentar las estadísticas y de robotizar a los encargados de aplicar la ley.
El ciudadano, que también tiene su agenda marcado por los medios de comunicación y los partidos políticos, olvida que la cantidad de policías en las calles no es directamente proporcional a su eficacia porque la calidad del trabajo correlaciona siempre con la motivación y la implicación del policía, que trabaja a pie de calle. La bonanza económica consiguió que los ayuntamientos se preocuparan solo de los ciudadanos que viven en la burbuja (estos están encantados) mientras que a los ciudadanos más pobres y marginados se les ha abandonado a su suerte. ( Esos temas competen ahora a las ONGs). Se ha creado un entramado de falsa participación ciudadana que está generando terribles desigualdades, que una Democracia sana no puede ignorar. Actualmente se le está dando preferencia a los pequeños contratiempos que sufren aquellos que saben hacerse oír y que manejan las redes y las tecnologías y se está ninguneando a los que callan.
Los abuelos del barrio del Espíritu Santo de Espinardo se han resignado porque no tienen voz. Soportan los abusos y coacciones de su entorno porque se han convencido de que no se puede hacer nada. Su fe en un destino que nos predetermina, les impide luchar por una vida digna. Comparando, entre sí, los numerosos barrios y las diferentes pedanías, es fácil dejar de creer en los poderes públicos y en su policía.( El verbo creer no es inocente)
Con la pandemia, la crisis económica y la desbandada migratoria, en un país donde la corrupción campa a sus anchas, donde se ha desvalorizado y erosionado lo público y donde las mafias están sustituyendo a los empresarios más o menos honrados, se ha de reaccionar con diligencia para dotar a las policías locales de medios materiales y humanos para que dejen de trabajar de cara a la galería y que empiecen a trabajar con eficacia en la resolución de los problemas de la ciudadanía.

La policía, al igual que la bandera, no debe convertirse nunca en un instrumento de propaganda de un partido, ni de una ideología.

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura.


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