Mala y traicionera (Contranarrativa)
Algunos clanes de la droga, que presumen de familia, etnia o estilo de vida, a menudo quedan deslavazados cuando ingresa en prisión o muere de forma violenta su cabecilla. Casi siempre putero, jugador y con el tiempo asesino, el líder de la manada suele terminar, en contra de su voluntad y por su mala cabeza, relegado a un cubículo de tres por tres en el trullo o en el cementerio.
Entonces es cuando se inicia, dentro del clan, la pelea por la supervivencia y por ocupar su caudillaje. Si los hijos son todavía pequeños, en ocasiones es la maltratada mujer del capo la que ocupa su lugar. Después de haber sufrido durante años la violencia de su hombre y haberse curtido en mil vejaciones, que en ocasiones le han llevado al hospital, es ella ahora: la sumisa, la fiel esposa, la callada, la que lleva los pantalones.
Es una mujer, todavía joven y todavía bella, que no entiende eso de rehacer su vida porque tiene claro que nunca más volverá a someterse a otro hombre. Va a dirigir el negocio con puño de hierro. Ella controla la pasta y eso le da poder para manejar a todos sus jóvenes cachorros que dependen de ella. Mientras, dentro del clan, las que han nacido mujer sueñan con bodas tempranas que les unirán, de por vida, a malas bestias que las inseminarán a voluntad.
Si la policía la detiene, intentara seducir a sus carceleros, simulando no saber lo que se le reprocha y a los jueces les engatusará con el cuento de la loba que ha de velar por la supervivencia de sus lobeznos analfabetos y estigmatizados por una supuesta falta de oportunidades heredada.
A sus contrarios, si le disputan el mercado o intentan un vuelco de droga, les ajustará las cuentas sin compasión, a tiro limpio o a navajazo trapero. No le temblará el pulso para quemar, ella misma, las propiedades de la competencia o para mandarle, a otros clanes rivales, misivas amenazadoras. Su fuerza es su labia y su vulgar desparpajo, porque ahora ya no se calla nunca. Sus deseos son órdenes porque todos están convencidos de que se lo ha ganado a pulso.
Y entonces piensas en lo que esa fuerza de la naturaleza podía haber sido en otra familia y con otras circunstancias. Y admiras el arrojo y la valentía de esa mujer aunque sepas que se ha vuelto más mala que un dolor y más traicionera que una víbora.