Las mujeres de la parroquia habían llevado a cabo un proyecto solidario que consistía en la adquisición, mediante donativos, de doscientas ollas exprés destinadas a mujeres de países del tercer mundo. El primer envío fue celebrado con júbilo, por lo que las buenas samaritanas intentaron repetir la operación, consiguiendo la colaboración de nuevos feligreses y el envío de nuevas ollas de vapor. Recibieron entonces un telegrama del Ministerio de Defensa que les comunicaba la prohibición, transmitida a las autoridades portuarias, de salida de este segundo cargamento, inventariado como humanitario. Después de la obligada indignación de las amas de casa y de la redacción de una carta de protesta al defensor del pueblo, se les informó con retraso del motivo del decomiso ministerial. Las primeras ollas habían sido utilizadas con fines terroristas por los grupos talibanes, que las habían rellenado de metralla para atentar contra la población civil. Haciendo mutis por el foro, las socias orientaron entonces su ayuda humanitaria a las escuelas africanas, para proveerlas de material escolar. Un misionero, que de paso por Murcia se ofreció para dar charlas a diferentes colectivos, después de agradecer a las amas de casa el envío de bolígrafos y libretas al continente africano, se propuso explicarles, con toda crudeza, la situación de algunos colegios de África. El religioso creyó oportuno aclararles, que en muchas ocasiones, dicho material llegaba a los centros donde el profesor era un borracho que abusaba habitualmente de los niños, sin importarle el sexo de las criaturas. El religioso pretendía transmitir la dimensión real de los problemas del continente negro, pero sólo consiguió asustar a las mujeres que le despidieron convencidas de que el misionero era un pervertido.
Cuando la presidenta de la asociación leyó en una revista, que la construcción de un pozo de agua en un poblado nigeriano había aumentado las palizas a las mujeres de la aldea, que ya no tenían que ausentarse durante horas para ir a cargar agua, se abstuvo de comentar dicha estadística con sus afiliadas. Su provechosa lectura fue la responsable de que decidiera que los donativos de la asociación fueran destinados a los necesitados de su parroquia.