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Sargento Emilia

Mujer y corrupción

La necesidad de luchar contra la violencia de género, que periódicamente salta a los telediarios con saña y truculencia, ha llevado a algunas mujeres a cuestionar la presunción de inocencia, que es uno de los pilares de nuestra seguridad jurídica, y que resulta imprescindible para el mantenimiento de cualquier sistema democrático. También las estrategias de lucha contra el machismo han reforzado la imagen de una mujer víctima, una mujer desamparada e incluso inmaculada que ha de ser protegida en contra de su voluntad. .
Pero muchos y muchas no han contado con que algunas mujeres, psicópatas, trastornadas, desesperadas, deprimidas, adictas, estafadoras o viudas negras se han propuesto demostrar que nosotras no siempre somos víctimas, ni tampoco buenas madres, compañeras, profesionales o simplemente ciudadanas. Y es que nosotros también somos capaces de cometer actos abyectos porque nuestra naturaleza también nos puede llevar a maltratar, engañar, traicionar, desvalijar, apuñalar, amputar o envenenar. Y esto, señores, no es negar la violencia machista, con la que los policías nos enfrentamos a diario.
En las tertulias televisivas o en las entrevistas a mujeres la pregunta recurrente es si el mundo funcionaría mejor si mandáramos nosotras. Teniendo en cuenta las cualidades que tradicionalmente y sistemáticamente se le atribuye a las mujeres: lealtad, bondad, dulzura, prudencia, uno tendría la tentación de decir que si. Pero el día a día, conforme las mujeres se van encumbrando en puestos de responsabilidad en las empresas y en las Instituciones, nos demuestra que las políticas que han estado o están en primera línea, por ejemplo en Marbella, en León, en Madrid o en Valencia también pueden ser auténticas arpías, caciques, prevaricadoras y corruptas, sin tener nada que envidiarle a sus homólogos del sexo masculino.
Recientemente en Murcia dos féminas se han señalado, sin pudor, por su transfugismo político que ha dejado de ser legítimo a partir del momento en el que han aceptado públicamente unas prebendas que las han fijado a unos sillones en los que, en verdad, nadie las quiere ver sentadas, si no fuera porque esas posaderas le han salvado el culo a un gobierno de paja.
La superioridad física del hombre ha condicionado la gestión y nuestra visión del mundo y de las personas. Eso es el machismo y eso es lo que hay que cambiar, no porque las mujeres seamos diferentes sino porque ambos sexos son terriblemente semejantes.

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura.


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