El proceso para conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres o, como algunos auguran, la desaparición de los géneros, ha necesitado de una estrategia, sin paliativos.
Se ha partido de una estadística, poco relevante, pero que horroriza a la opinión pública, como son los asesinatos de mujeres.
Políticamente, se ha decidido que el machismo es la causa única de esos asesinatos, que tendrá que darse necesariamente entre un agresor varón y una víctima mujer, unidos por una relación afectivo/sexual.
La idea, a pesar de ser estrafalaria, ha calado en la ciudadanía que parece, por fin, haber caído en la cuenta de que nuestra sociedad es machista, que la violencia psicológica también es violencia y que esta suele ejercerla el fuerte sobre el débil.
El machismo ha dejado, así, de ser una correlación, con la complicidad de los psicólogos, y se ha certificado como causa única e incuestionable, de la violencia de género.
Convertida dicha afirmación en dogma, ha sido necesario propagarlo de forma sistemática y transversal, a través de los medios de comunicación, de las redes, las instituciones, los centros de enseñanzas y sanitarios, de los juzgados, de las fuerzas y cuerpos de seguridad, los ejércitos y como no de la publicidad.
Se pasa así a obviar que existan otras causas para esa violencia de la convivencia y la ruptura, como pueden ser: las adicciones, las enfermedades mentales, las depresiones o las situaciones límites, como el deterioro cognitivo o la pobreza extrema y las rivalidades e interés económicos, que solo se valorarán si el agresor es mujer. También se obvia las personalidades psicopáticas, narcisistas o violentas.
El dogma, como estrategia, se ha implantado mediante:
– la generalización y el maniqueísmo (los hombres vs las mujeres, los buenos vs los malos, los progres vs los fachas.)
– la simplificación (el machismo)
– La repetición (campañas, cursos, bombardeo de información y desinformación)
– La victimización (la palabra mujer se asocia obligatoriamente a puño, hematomas y maltrato)
– El populismo (vamos a acabar con esta lacre, ni una más, la denuncia y la policía son la solución, al maltratador ni agua)
– También la modificación de la legislación, incluso contraviniendo algunos principios básicos del Derecho y la creación de juzgados especializados que se han convertido en jaulas de grillos.
– Los procedimientos procesales y policiales se han aligerados con automatismos, que pueden ser terriblemente injustos y destructivos al regular la detención, el cese de la convivencia o la custodia de los hijos.
Este machaque, que defiende que el fin justifica los medios, ciertamente, ha visibilizado el machismo y las desigualdades que le acompañan, pero no ha impedido que los crímenes sean cada vez más numerosos y crueles y que muchos hombres se sientan violentados.
En una sociedad individualista y hedonista, la ciudadanía se está volviendo cada vez más narcisista, de ahí que muchos sientan la necesidad de humillar a la persona que les acompaña, en su historia de vida. Los narcisistas son seres egocéntricos y egoístas que exigen, sin dar nada a cambio y que son expertos en chantaje emocional.
Son esos, y más raramente esas, los que ocupan las portadas cuando matan a sus progenitores, sólo por resultarles molestos o que deciden, unilateralmente, suicidarse llevándose a la tumba a su pareja y a hijos, vecinos o familiares cercanos.
Claro que el narcisista puede ser machista o no, pero lo que le hace peligroso es la percepción que tiene de la realidad y de los agravios que él o ella creen estar sufriendo, porque ellos, los narcisistas, son las víctimas.