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Sargento Emilia

Armas blancas

Hace veinte años, cuando se empezaron a multiplicar los delitos por Internet, muchos estudiosos y teóricos de la Seguridad Pública empezaron a afirmar que, en un futuro, el mundo del delito sería digital. Vaticinaban la desaparición de los delitos, que denominaban primitivos. El ser humano, gracias a la formación y la tecnología, dejaría así de agredir al prójimo físicamente, para atacar su psique y controlar la voluntad de unas víctimas cada vez más infantilizadas, tuteladas por las instituciones y abrumadas por la complejidad de la tecnología. Las estafas, cada vez más sofisticadas, harían así desaparecer la violencia del cuerpo a cuerpo, para reducirse al engaño.
En las diferentes policías, mientras los ingenuos formadores cobraban por explicar sus teorías de tesis doctoral, ya se intuía el aumento, en un principio insignificante, de las reyertas con arma blanca, con la finalidad de conseguir un botín, con la intención de ajustar unas cuentas entre socios o familiares o por simple diversión o desbrujule.
Como siempre, la anticipación, fruto de la experiencia y del trabajo del día a día en las calles, fue ignorada y los legisladores terminaron por banalizar la exhibición de armas blancas en la vía pública, que como mucho ha terminado siendo penalizada con una sanción económica.
Solo será delito si se hace uso de ellas, entiéndase con resultado de lesión o muerte.
Desde entonces, el terrorismo, en sus campañas de terror, comenzó a hacer uso de internet para facilitar unos explícitos tutoriales sobre el uso del cuchillo, para degollar o atacar a las partes vitales del cuerpo y provocar la muerte. Ello está favoreciendo la proliferación de lobos solitarios, que sin coste para las organizaciones, emprenden por su cuenta, atentados terroristas que no necesitan de medios, ni de infraestructura y que causan terror, en la población, por su imprevisión.
El consumo de drogas y alcoholes y también el aumento del porcentaje de ciudadanos, que no trabaja, y que se ha especializado en la supervivencia parásita, ha aumentado el número de desocupados que se pasean por nuestras calles, con una arma blanca en el cinto o escondida detrás de la muñeca.
Nuestras calles se han vuelto inseguras porque nuestra sociedad burbuja se niega a afronta los problemas de seguridad, que suenan a rancio. Nuestra ciudadanía se ha acostumbrado a negar lo que no le gusta, mientras hace gala de superioridad moral, posicionándose entre diestros o zurdos y ensañándose, de boquilla, con los políticos.

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura.


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