Acompañado de su esposa discapacitada se había acercado a la farmacia, en plena siesta, con un sol de justicia que había vaciado las calles de la ciudad. Delante del establecimiento, abierto las 24 horas, había detenido su coche sobre la acera para bajar corriendo y comprar los medicamentos a la carrera, dejando a su mujer sentada en el interior. Mientras esta se estaba amodorrando, sudando la gota gorda, un individuo se subió al volante y como el conductor se había dejado las llaves puestas arrancó el motor consiguiendo que la mujer se sobresaltara .
“No se preocupe señora, su marido me ha pedido que ponga el coche a la sombra”. La copiloto asustada se quedó callada intentando procesar lo que estaba ocurriendo hasta que vio impotente como el vehículo se alejaba de la farmacia. Empezó entonces a protestar pidiéndole al sinvergüenza que se bajara del coche, incapaz de intentar detenerle. El intruso, ignorando los gritos y súplicas de la mujer, al llegar a la calle Santa Rita se bajó corriendo sin dar explicaciones, dejando a su acompañante dentro del vehículo ya que su discapacidad le impedía abandonar el turismo o pedir ayuda en la calle desierta. Al cabo de unos minutos, después de que el heroinómano hubiera comprado su dosis y se la hubiera inyectado antes de salir del bloque donde se había efectuado el trueque, se volvió a subir al vehículo visiblemente relajado. Con los ojos todavía perdidos en su paraíso artificial, tras un chute exprés, puso de nuevo en marcha el motor para reincorporarse torpemente a la circulación ante las pitadas de otros conductores. Consiguió regresar lentamente a la puerta de la farmacia donde el marido asustado intentaba explicar la desaparición de su esposa a unos policías que se habían acercado al establecimiento para socorrerle.
Atónitos ante el regreso del vehículo sustraído con pasajera incluida, el drogadicto, que era un aparcacoches conocido por los agentes, después de señalizar reglamentariamente su maniobra y detener con parsimonia el turismo, se bajó del coche muy digno haciendo entrega de las llaves mientras preguntaba sorprendido: “ ¿ Pero qué pasa ? ¡ He devuelto a la vieja ! ¿ No ?”