El machismo ha evolucionado para sacarle partido político a la lucha de las mujeres por la igualdad. Lo ha hecho sin contar con las mujeres al convertirnos a todas en víctimas.
Se podía haber hecho una contra narrativa con modelos de mujer a imitar por su inteligencia, su independencia o su poder de decisión pero se ha preferido la imagen de esa mujer con hematomas que llora y se acobarda frente a un puño cerrado ( no se imaginan como les pone a los maltratadores esa estampa)
Y es que los hombres han decidido salvarnos a pesar de nosotras mismas y ahí están los resultados. Como seres desvalidos e inferiores, incapaces de tomar decisiones y escapar del maltrato, se nos ha otorgado un estatus especial frente a la Ley mientras se idean ayudas, subvenciones, cuotas, y como no formación, para salir de nuestra cobardía, sumisión y buenismo.
Para conseguir esa igualdad de derechos y oportunidades ha sido necesario armar todo un constructo, que decidieron llamar violencia de género, y que sirve para explicar cualquier violencia ejercida por un hombre hacia una mujer al que le une o le ha unido una relación afectivo-sexual.
Pero no han contado con que algunas mujeres, psicópatas, trastornadas, desesperadas, deprimidas o viudas negras se han propuesto demostrar que nosotras no siempre somos víctimas. Y que el machismo no es siempre la explicación mágica para actos abyectos ya que nosotras también podemos maltratar, desvalijar, apuñalar, amputar o envenenar. Estos casos que los medios de comunicación y las estadísticas oficiales intentan acallar no dejan de repetirse, obligando a algunas cadenas de televisión, en sus programas matinales de crónica negra, a contratar a psiquiatras hombres para intentar explicar a la audiencia principalmente femenina que los hombres que matan a sus hijos lo hacen para hacerle daño a sus ex , mientras las mujeres los suicidan por amor.
En verdad la sociedad se está haciendo cada vez más violenta y el ejercicio de esa violencia se convierte en un asunto de oportunidad. Porque el hombre y la mujer están hechos de la misma pasta. Todos sabemos que en muchos hogares es la mujer la que lleva los pantalones y en muchos casos se dedica a maltratar, con sus reproches y sus sospechas, a ese niño marido que tiene a su lado.
Como ejemplo, si yo me propongo ser Jefe de la policía local no necesito que me aprueben cuotas para mujeres sino que me garanticen que las bases y el proceso del concurso-oposición van a ser limpios y que el tribunal ( y, como no, el Ayuntamiento de turno) no estará contaminado por la idea de que es preferible tener a un machote como jefe o a un amiguete.
Con un proceso de selección basado en la meritocracia no necesito condescendencia. Ya me encargaría yo de aportar mi formación, mis titulaciones, mi savoir faire, mi experiencia, mi coraje y mi implicación para poder pelear por el puesto.