La navidad le ha traído, a algunos vecinos del barrio, todo tipo de artefactos, que les permite ir a ninguna parte a toda velocidad. Son menores, que montados sobre ruedas, dedican ahora su tiempo libre a perfeccionar múltiples formas dañinas de convivencia. Han estrenado sus patinetes eléctricos, sus quads, sus minimotos y sus motocicletas de trial sin matrícula, y los conducen arriesgando sus vidas, desde la inconsciencia de su edad. Con esa conducta de riesgo, se van ejercitando para una vida futura, poniéndose a prueba y provocando a los vecinos que bastante tienen con sobrevivir al matonismo imperante.
Los ponen en peligro, a todo gas, con sus idas y venidas, que invaden aceras y no respetan las prioridades de paso, ni las direcciones prohibidas. Y todo ello mientras sus padres se regocijan, interpretando que sus hijos, todos varones, están entrando en la vida adulta por la puerta grande y luciendo sus atributos testosterónicos. Con su supuesta destreza, demuestran su valentía y su escasez de neuronas.( Esto último no parece molestar ni al hijo, ni a la familia.)
Orgulloso de su nene motorizado, uno de los padres, que se acaba de levantar, se ha acercado a mediodía, a la dependencia de policía que huele a marihuana, para demostrar quien manda en el narcobarrio.
“Me he enterao que vais a perseguir a mi chiquillo, que se pasea por ahí con una moto que su padre le ha comprao. Como en la persecución mi hijo se caiga y el crío se haga daño, os vais a enterar. Mi abogado os va a joder bien jodíos y yo, después. os voy a rajar a tos.”