Termino mi entreno y me subo a la piscina. Después del esfuerzo es mi momento de relax: baño de hielo y unos cuantos largos para estirar los músculos. Elijo una calle y me sumerjo en el agua. A esas horas la piscina está casi vacía. Como si fuera un ritual empiezo a nadar, como a cámara lenta, para lograr que el agua se deslice por mis extremidades. Dejo la mente en blanco, escucho el sonido del agua y acompaso mi respiración con la salida intermitente de mi cabeza en superficie.
De pronto se produce un sunami. El señor al que acabo de adelantar, acelera a la desesperada, formando una estela que rompe mi sensación de ingravidez.
Si tiene menos de 50 años te adelanta de forma más o menos decorosa, para terminar desfondándose después de unos pocos largos. Si supera los 50, la mayoría suele nadar descoordinado y con la cabeza fuera del agua. Por eso lo vas a oír resoplar, toser, ahogarse, mientras patalea y emprende una lucha endiablada con el agua, para intentar volver a adelantarte. Con sus manazas, va golpeando la superficie provocando lluvia y oleaje. Cuando llega a la pared y comprueba tu intención se seguir tranquilamente con tus series, se lanza a la desesperada para intentar llegar antes que tú al otro extremo. Le puede su orgullo, le pueden sus prejuicios. Da igual que tú seas una sirena o un sucedáneo de la nadadora Mireia Belmonte o incluso que seas mucho más joven que él: eres mujer.
Esta situación es parecida a lo que ocurre cuando estas al volante.
Su lógica masculina le ha infectado el cerebro y ya no hay tiempo para la reflexión. Hay que morir en el desafío sobrevenido que, en verdad, nadie le ha planteado. Es una cuestión de honor, un valor actualmente residual que solo rige cuando se habla de guerra de sexos.
Dejas de prestarle atención y sigues. Cualquier día, a alguno le va a dar un infarto. Y cuando vienes a darte cuenta el señor ha desaparecido. Ha abandonado la piscina y el recinto. Seguro que tardará en volver a nadar. En su paranoia autoinfligida entiende que una mujer le ha humillado. Una mujer, una mujer, una mujer…