Murcia ya no huele a azahar. Nuestra región se está convirtiendo en una plantación de marihuana. En naves, terrenos recónditos, chalets alquilados y viviendas sociales, los que han renunciado a ganarse la vida honradamente se dedican ahora al cultivo de cannabis. El truco consiste en defraudar fluido eléctrico, que pagamos entre todos, con unos enganches ilegales que suponen un riesgo para los edificios y provocan cortes de luz intermitentes en las pedanías. Mediante esta actividad agrícola, en la que participa todos los miembros de una misma familia, se convierte el fluido eléctrico en cogollos. El grow up requiere muchos mimos y también seguridad para que, entre ellos, no se birlen la cosecha. Esta nueva economía distributiva está al parecer contribuyendo a la paz social. Mientras plantan no molestan. (En Sudamérica saben muy bien que la lucha contra el narcotráfico genera violencia y por ello muchos prefieren que a los narcos se les deje tranquilos.)
Para los políticos de la región, que solo suelen gestionar los intereses de la clase media-alta con fiestas, eventos y acondicionamientos de zonas céntricas para el recreo y el paseo, la técnica del avestruz les ha resultado rentable en las urnas. Los electores, a los que ellos llaman gente de bien, viven en una burbuja, de la que solo salen al mundo real cuando por casualidad descubren que alguno de sus retoños ha sucumbido al consumo.
Los que mandan todavía no han entendido que estas prácticas, que es cierto revierten en beneficio para los salones de juego, se les pueden ir de las manos.
Ya no es hora de tediosas investigaciones para conseguir detener a los capos del negocio ( de todas formas las cárceles están saturadas). Ahora es necesario la destrucción sistemática de estas plantaciones para disuadir a los que quieren ganar dinero rápido. Así las policías locales tendrían la posibilidad de ayudar a acabar con esas prácticas y a controlar el aumento de chavales contagiado por el virus del consumo. Ese que es tan inocuo pero que está llenando las consultas psiquiátricas de alucinados, deprimidos y esquizofrénicos.
Mientras tanto, en mi querido barrio de contención, los políticos que van a lo suyo en busca de propaganda amable, organizan cursos de concienciación medioambiental, en los que se les enseña a los hijos de los marinarcos a plantar flores en maceta.