– ¡Mongolo! ¡Eres un mongolo!- grita una madre puesta de bata, a pleno pulmón y sentada en la calle del barrio.
-¿Sabes lo qué es un mongolo? Pues: ¡mongolo, que eres un pedazo de mongolo!
El niño de cuatro años llora. El niño grita cuando le zurran. El niño no deja de sollozar, congestionado y atado a su carricoche.
-Caaaaaarrrrmen… Caaaaarrrmeeeen… ¡Ven paca que si te pillo te retuerzo el pescuezo! Caaaaaarrrrmeeen.. Eres muy japuta pa ser tan pequeña.
– Graaaaaaaaaaaaaaaaaa, gruuuuuuuuu, graaaaaaaaaaaawwww, pasa una moto, a todo lo que da la máquina, conducida por un pequeñajo sin casco, mientras sus padres y vecinos le aplauden y jalean.
– Papapapapapapapapapa…. Se aproxima un quad destartalado al que le falta el tapón de gasolina. Han introducido en el depósito un trapo para impedir que se salga el combustible. El hermano mayor es un genio, como alguien le prenda fuego a la moto, habrá inventado el cóctel molotov. En la montura incendiaria van cabalgando tres enanos sin camiseta que derrapan al coger las curvas.
– “Carmela, tú mi Carmela, te quiero tanto que te camelo. Y si me dejas pa irte con mi primo, te juro que pa vusotros no habrá camino….”- canta la minicadena que, durante toda la tarde, una panda de niños gritones arrastra en un carrito del Carrefour.
– Maaaaanuuuel, el bocadillo. Maaanuuuel . ¡Qué te lo comas! -grita una matrona, entrada en carnes, con el bocadillo de chorizo en la mano, mientras corre en medio de una parva de niños desaliñados. Estos juegan a ladrones y delincuentes, ninguno quiere ser policía, revolcándose en la estrechez y humedad de la calle, mientras sus mayores derrapan ruedas y presumen de bólido.
Sus madres son parturientas crónicas que van sumando hijos al ritmo que les marca Dios. Las niñas después de los doce años tendrán que dejar el colegio y preparase para el matrimonio. Los niños se entrenarán para el matonismo de baja intensidad antes de preñar a la que se ponga a tiro. Más tarde se especializarán en el cultivo aromático o el palo a la desesperá.
Y dentro de veinte años todo seguirá igual en el barrio. Nadie se atreve a cuestionar esa educación salvaje que condena a niños y mayores a ser carne de cañón.
Pero eso sí: a los homosexuales hay que prohibirles ser padres. Como dice nuestra ciega Justicia en esta sociedad hipócrita de falsos dilemas morales: todo por el bien del menor.