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Sargento Emilia

Los hijos de la Polla roja

Ahora que tenemos encima las elecciones catalanas miren que párrafo he encontrado en mi última lectura (Propiedad privada de Lionel Shriver). El autor se centra en el nacionalismo irlandés, pero no me digan que no les suena.
“El nacionalista es un quejica, un llorón. Siente que lo han tratado injustamente, que lo han maltratado incluso. Y que por eso merece una recompensa. Sin embargo, no importa las concesiones que le hagan, nunca será suficiente. A él toda contrición le parece mísera y cualquier tentativa de reparación, una afrenta. Como un conejito en un brezal, se regodea con las vejaciones. Siente pena de si-mismo, por supuesto, pero esa autocompasión es competitiva; se encrespa alrededor de estilos rivales. Y es una autocompasión triunfalista. Un nacionalista utiliza su sufrimiento como una porra para partirte la cabeza. Él nunca hace nada malo. Y nunca se calla.
Blandiendo su condición de miembro de una minoría, el nacionalista va siempre en la manada. Embriagado con ese arrojo típico de los borrachos que caracteriza a su grupo, un nacionalista es un matón, pero nunca se conforma con salirse con la suya; eso tiene que conseguirlo a costa de otro. Un nacionalista nunca está contento a menos que haga desgraciado a otro. Dicho así , nunca es feliz. El nacionalista feliz es un oxímoron.
En consecuencia lo peor que se puede hacer con un nacionalista es intentar darle lo que fuere que dice querer. Puede querer a sus hijos, a sus padres, a su perro -los nacionalistas también son humanos- pero lo que el nacionalista quiere por encima de todo es su motivo de queja. Cualquier esfuerzo para cumplir con la pretendida agenda de un nacionalista se interpretará como malicioso, pues equivaldría a intentar quitarle precisamente ese motivo. El nacionalismo muerde la mano que le da de comer.”
A mi me recuerdan a esos niños consentidos que lo tienen todo y que chantajean a sus padres y les hacen la vida imposible con reproches y amenazas. O también a esos funcionarios que están convencidos de que se merecen un sueldo a pesar de no ir a trabajar o que pretenden acudir, a la carta, a su puesto de trabajo, aunque sea en detrimento de sus compañeros, porque ellos son especiales y se lo merecen todo.
Al parecer todos ellos son los hijos de la polla roja.

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura.


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