Dios dame paciencia pero dámelo ya.
Si nuestro verdadero credo es la tecnología.
Si el único valor de las cosas es su precio.
Si la pobreza se ha convertido en espectáculo.
Si la ciudadanía es tan dependiente del Estado
como el tetrapléjico de su cuidador.
Si la salud, la cultura y la educación son tan sólo
negocios, rentables si se cronifica la enfermedad,
la incultura y la ignorancia.
Si la falta de oportunidades ha acabado con las vocaciones.
Si a Drácula ya no se le combate con estacas sino
con transfusiones de sangre.
Si hemos aprendido que dos y dos no siempre son cuatro:
¿Por qué nos empeñamos en olvidarlo?
Si sabemos que sin independencia no hay renovación.
Si estamos dispuestos a renuncia al derecho a la intimidad.
Si se puede denunciar al prójimo amparado en el anonimato.
Si los policías ya no pueden controlar a los malos y es el mal
el que controla a la policía.
Si la Administración renuncia a la eficacia en beneficio de lo
que se ha dado en llamar visibilidad.
Si aceptamos que nos gobiernen los imputados y consentimos
los indultos indiscriminados.
Si los mismos que dicen estar dispuestos a luchar en nombre
de la libertad se niegan a prevenir, supervisar y evaluar
al comprobar que no resulta divertido.
Si la Memocracia, que expolia a los incautos,
nos permite escoger pero no elegir.
Dios dame paciencia pero dámela ya.