Las calles de Murcia se habían inundado de prostitutas negras que las mafias nigerianas habían introducido en el país. Mayoritariamente anglófonas, las mujeres, con su color de piel, sus pelucas artificiales, sus labios carnosos y sus poderosos traseros ceñidos en lycra, revolucionaron a una clientela ávida de novedades. Pronto los servicios de urgencias de la ciudad, que tuvieron que atender varios desmayos y hemorragias vaginales, quedaron horrorizados al comprobar que estas prostitutas, que seguían trabajando cuando se quedaban embarazadas, continuaban haciéndolo recién paridas. Tantos las administraciones de protección, como las fuerzas y cuerpos de seguridad se pusieron manos a la obra para intentar entender cual era el destino de estos niños que desaparecían al nacer. Tráfico de órganos, adopciones ilegales, pederastia: cualquier hipótesis podía ser válida.
Ahora se sabe que algunos de los niños africanos, que desembarcan en las costas del Mediterráneo, son niños alquilados. Las mafias, dentro de los servicios que ofertan, facilitan, a las mujeres que se suben a las pateras, la posibilidad de disponer de un bebé de corta edad para que las acompañe en su travesía. Es un plus, por el que deben pagar, y que les garantiza el ser acogidas en el país de destino. Estos niños pueden llegar a ser una y otra vez embarcados, con el riesgo que ello supone para sus vidas, al volver a ser recuperados por las mafias una vez que se han cumplido con todas las formalidades administrativas exigidas para la acogida.
Esta práctica no es nueva en España. Hace varias décadas se pudo comprobar que se alquilaban niños para ejercer la mendicidad. Niños, que al igual que ahora, eran sedados para que no supusieran ningún contratiempo. También se detectó que determinados colectivos alquilaban disminuidos físicos y psíquicos a unos padres sin escrúpulos para que la administración no sacara de las viviendas a familias que las habían ocupado ilegalmente. Actualmente los niños alquilados para surcar el mar son de todas las nacionalidades por que el negocio es rentable. Ante la avalancha de inmigrantes, que llegan en pateras, resulta difícil detectar a esos niños que forman parte de tan inhumano kit de viaje. En ocasiones los rescatadores entrenados pueden comprobar como algunos de los náufragos no reconocen al niño que les acompaña. No saben su sexo ni tampoco pueden aportar datos sobre su historial médico. Asustados, viven la situación de rescate sin mostrar interés por la supervivencia y el cuidado de su supuesto retoño, que desembarca completamente indefenso.
Dicha práctica ha obligado a las Autoridades a comprobar el ADN de los niños para cotejarlos con los de los padres cuando existen sospechas sobre su maternidad e incluso su paternidad. Han de ser reseñados con fotografías e impresiones dactilares, lo que supone un protocolo difícil de cumplimentar y un coste importante que las oleadas de inmigrantes acompañados hacen imposible de asumir.