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Sargento Emilia

Droga, juego y Camela

El barrio parece una isla flotante en medio de un pueblo,  que aspira a ser residencial, pero que está hecho de retales en torno a su rambla. El diseño geométrico de sus calles, que en ocasiones termina en espacios sin salida en la que se acumula la basura, le da la apariencia de una ratonera que dificulta la intervención policial. Por las mañanas, las llamadas casas baratas se mantienen aletargadas, envueltas en el aroma intenso que desprenden las plantas de marihuana. Aparentemente sin vida, le delata la presencia de mujeres con zapatillas de andar por casa, arrastrando a niños muy pequeños que llevan al colegio. Más de 12 años: ninguno. El mediodía es la hora del despertar del barrio. Todos los inseminadores potenciales, que son los reyes de sus casas, se levantan para comer, sin intención de dar palo al agua. Con la tripa llena, forman corrillos en las calles, para compartir su tabaco, sus cervezas, sus porretes , sus silencios y sus conversaciones sembradas de gritos, insultos y onomatopeyas. Tatuados, depilados, con pantalón corto y deportivas de colorines, lucen músculo, mientras entran y salen de la cárcel, sin expectativas de futuro, ni propósito de enmienda.
Curiosamente ese pueblo, de gente trabajadora, dispone de más de media docena de salones de juego, ruletas y tragaperras que forman un estudiado cinturón, del que los ludópatas no puede escapar.
En el barrio, a estos desocupados, el tráfico de droga les procura un dinero fácil que no contribuye al bienestar de sus familias. Grandes y menores esperan el momento de entrar en esos salones que se han convertido en su objeto de deseo. Con los billetes de cincuenta a puñados, se distribuyen por las máquinas de apuestas, para terminar desplumados. En busca de la buena suerte van cambiando de  juego y de  local, sin desaliento. Los zagalones que les acompañan ya conocen los entresijos del juego y solo aspiran a ganar dinero, para imitar a sus mayores. Cuando pierden o les prohíben la entrada  al salón , no tienen ningún reparo en arrastrarse para mendigar crédito o a humillarse para pedir  unos minutos más de juego. En medio de un paisaje desolador de pobreza e incultura, son, sin saberlo, una mina de oro para algunos empresarios avispados y honorables. El dinero de la droga se convierte así en el dinero del juego, mientras sus familias siguen viviendo en la mierda.
Bonito futuro para un barrio. Bonito futuro para un pueblo. Bonito futuro para un municipio. Bonito futuro para una Región. Bonito futuro para un país.

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura.


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