Lupanares móviles
Siempre me ha parecido estúpido darle más a quien más tiene. Y eso es lo que se está haciendo con los barrios. La decadencia de los suburbios es un fenómeno generalizado que atrae todo tipo de negocios ilícitos, que se convierte en el medio de vida de una población cada vez más empobrecida.
A la proliferación de las plantaciones de marihuana, los puntos de venta al menudeo de todo tipo de estupefacientes y la instalación de salones de juego, estratégicamente emplazados, se viene a sumar la presencia de pisos itinerantes que mercadean con el sexo. En cada nuevo emplazamiento, acaban con la paciencia de los vecinos que alertan a la policía hasta que, pasado unos meses, se trasladan, sin necesidad de inversión, a otro lugar de la periferia.
Estos emprendedores de nuevo cuño alquilan viviendas a precios irrisorios por carecer de comodidades o de ascensor y ofrecen, a través de la red, sus servicios. El pseudo empresario, que suele trabajar con la ayuda de su señora, ofrece unos packs completos que incluyen a chicas, drogas, alcohol a granel, lubricantes de sabores y todo tipo de juguetes sexuales, supuestamente desechables.
Las chicas (también hay chicos) son de todas las nacionalidades y siempre están de paso, ya que al parecer, el éxito del negocio reside en proporcionar siempre carne fresca. Algunas ( y algunos) empezaron a mantener relaciones sexuales en el instituto y lo convirtieron en su profesión cuando vieron que muchos hombres estaban dispuestos a pagar por ello.
Los clientes, de todas las edades y nivel cultural, se desplazan así a esos lupanares móviles y pagan por permanecer varios días encerrados, con la certeza de que su anfitrión, a cambio de cash, hará todo lo necesario para cumplir con sus expectativas y los abastecerá de más combustible, si lo necesitan.
Cuando hablas con los puteros, después de protagonizar alguna reacción a los psicotrópicos que los encaraman a los balcones o tejados y que motivan una intervención policial, te explican que, desde hace años y después de haber probado el sexo en grupo y las orgías, el sexo “normal” ya no les interesa . Confiensan que lo que les excita es el sexo sórdido, el sexo mercenario donde todo está permitido y donde la otra persona y en muchas ocasiones ellos mismos, se convierten en objeto y donde ambos consumen cocaína y usan el polvo blanco para embadurnar sus intimidades y sus miserias.
Ninguno tiene conciencia de participar en un comercio ilícito: “¡Oiga qué yo pago! Y quien paga manda”.
Hablan de libertad… De derecho a elegir… Del sexo como forma de vida….Del placer como único valor verdadero… De drogas y poder curativo… De paz y amor… De incomprensión e intolerancia… De unicornios blancos…