Empezó siendo un concepto inglés, luego pasó a ser más propio de modernos y ahora nos ha invadido. Está por todos lados. Y bueno… si celebramos Halloween y la mitad de las palabras que usamos ya son anglicismos… Supongo que si vamos a terminar de vender nuestra alma al diablo que sea por comer, que eso a nosotros se nos da muy bien.
Cabe destacar que el famosísimo brunch no es lo mismo que el aperitivo o ‘hacer el vermut’, ya que este último implica alcohol y el brunch es sanísimo de la vida e incluye todo alimento instagrameable posible, como todos los tipos de zumos imaginables, cafés con dibujos dignos de museo y, por supuesto, el aguacate. No hay desayuno de postureo que se precie sin una buena tostada de aguacate. Cosa que me encanta porque -todo hay que decirlo- lo de desayunar a los 8 de la mañana nunca ha sido lo mío y si encima se pone algo de moda que a mí me gusta pues allá que voy.
Y allá que vamos… A un sitio en Madrid que me dejó con la boca abierta. Se llama Pum Pum Café, está en Lavapiés (Calle de Tribulete, 6). Tanto si vives en Madrid, como si estás de paso, lo recomiendo mucho, casi como una parada obligatoria. No vayas muy tarde porque el sitio suele estar repleto de gente y no es muy grande.
Por 10 euros el menú incluye café o té, granola bio tostada -horneada por ellos- con yogur y fruta, una media luna artesana, zumo y un huevo benedictine -que te mueres de lo rico que está- sobre una tostada de pan y aguacate.
Terminas muy satisfecho, vale la pena. Perfecto para recargar energías tras una noche de fiesta, si necesitas un buen chute para un día de turismo o si -como yo- no necesitas ninguna excusa para comer bien.
Así que, lo dicho, si todas las fiebres son como las del brunch, bienvenidas sean, ¿no?