No hablo de equivocarse, eso nos pasa a todos. Más cuando tienes un gran volumen de trabajo o hay situación de ansiedad generalizada por la COVID-19. Hablo de otra cosa…
El otro día me llamó una chica por teléfono y me dijo (completamente real):
-Hola, ¿eres Isabel Espán?
-Es Espín, sí.
-¿De la Plaza Luca, número Tena?
(Silencio incómodo) Me quedo pillada un rato pensando “¿número Tena?” y le digo el número que es una cifra numérica por supuesto, qué cosas…
-Ay jajaj perdón, sí claro… Te llamo para mejorar la oferta de la luz.
-No me interesa, pero aprovechando la llamada os quería preguntar una cosa…
-AH, sí, pero para eso tienes que llamar a otro número…
-¿Me lo dices, por favor?
-Sí, es… 9-0-0…1..0…0…
-¿Me lo repites?
-Si, es… 1-0-0…9…0…0…
-Vale gracias ya lo busco yo. Un saludo.
Este tipo de cosas me dan ansiedad, en serio. Porque pienso que si esa persona es la encargada de apuntar mi número de cuenta para hacer el cargo del recibo, algo va a ir mal CASI SEGURO. Pero si te tratan con educación, te armas de paciencia y suele acabar todo bien.
Lo peor es cuando se mezcla la incompetencia con la mala leche o el esnobismo: cuando te acercas a la recepción y no saludan, cuando llamas por teléfono para pedir cita y te dicen “¿encima quieres dos citas?”, como si les estuvieras pidiendo dinero en vez de que hagan su trabajo; cuando no te dejan terminar de hablar porque “ya saben lo que les vas a decir”, pero luego no era eso y tienes que volver a empezar.
Cuando se equivocan con el nombre de tu madre al darte los resultados de alguna prueba (me ha pasado) solo por tener el mismo nombre porque obviamente el primer apellido es diferente. Una vez se equivocaron al darnos las notas con mi amigo Julián porque ambos nos apellidamos Espín de primero. Que digo yo… los Martínez y los García de este mundo deben tener una maldición a sus espaldas, los pobres.
Cuando te habla mal la dependienta de Michael Kors porque la cremallera del bolso se atasca y no te quiere sacar otro. Y te quedas parada con ganas de decirle: “¿Qué te pasa en la cara?”.
Esto último me fastidia bastante. Y sobra decir que no es culpa de la marca, es de la persona, y que no suele pasar, pero cuando pasa… umh. Esa sensación de que se crean mejor que tú porque en ese momento tienen cierto poder sobre ti, al darte un servicio que necesitas. No sé si me explico…
El conserje que te dice que no puedes entrar de malas maneras porque la sala está ocupada, la dependienta de una tienda cara que te mira por encima del hombro, el telefonista de un restaurante que se ríe cuando pides mesa con poco tiempo de adelanto… A eso me refiero con esnobismo, porque esa gente no está curando el cáncer, ¿no? Yo tampoco, eso está claro, por eso no miro por encima del hombro a nadie cuando me piden que haga mi trabajo.
Me uno a los Martínez y a los García de este mundo que solo pedimos un poco de comprensión y un ligero atisbo de educación que tampoco molesta.