Empieza con cosas pequeñas como la declaración de la renta, los deberes de inglés, ordenar el cajón desastre… y termina con la charla sobre la subida de sueldo o una conversación demasiado importante con tu pareja.
Luego está el efecto contrario que son las películas de Disney que nos montamos en nuestra cabeza y que suelen venir acompañadas de “cuando todo esto acabe…”. Esto está sucediendo bastante durante la pandemia. “Cuando la pandamia acabe… retomaré las clases de pintura, volveré a estudiar, valoraré más los pequeños detalles…”. Hemos pasado de hacer propósitos a Año nuevos a propósitos pospandemia.
Cuando iba al instituto tenía un ansia viva por hacer puzzles durante la época de estudio… Y ME PROMETÍA que cuando acabaran los dichosos exámenes haría un montón de ellos. ¿Cuántos puzzles hacía al terminar? NI UNO, EN SERIO. ¿Por qué pasa esto? Porque sobrevaloramos la realidad cuando nos la arrebatan. Para mí hacer un puzzle era un super planazo cuando mi única alternativa era leer sobre la romanización. Y ahora que estamos en pandemia nuestra única alternativa es el miedo por lo que nos prometemos mil cosas…
Me da un poco de miedo que necesitemos golpes como este para valorar las cosas y cuando volvamos a recuperarnos nos pase lo mismo de antes. Hay algo residual que quedará en nosotros -un año y medio de pandemia no la olvidará nadie-, pero al mismo tiempo, me da miedo sobrevalorar ciertas cosas, el eterno “cuando todo esto acabe…”.
Un poco de memoria cuando todo esto acabe… Y si nos proponemos algo, dejar de procrastinar y salir de nuestra zona de confort.