Una de las cosas que más recuerdo de mi infancia es el incansable intento por encontrar un restaurante mexicano cuyo primer bocado no recibiera la mirada de desdén de mi padre. Mi padre nació y creció en México y siempre nos hablaba de los buenos recuerdos que tenía sobre la comida de allí, que lo recuerda como si fuera ayer. Cada vez que sale un reportaje gastronómico de México o algún Callejeros viajeros veo la cara que se le queda mientras se le hace la boca agua.
Tras años y años fracasando en el intento de encontrar el restaurante que hiciera llorar a mi padre, encontró una taquería que le gustó en Finlandia -tócate- se llama Taconito y lo encontró cuando fueron a visitar a mi hermana que estuvo viviendo allí. Está claro que no vamos a ir a Finlancia cada vez que tenga antojo melancólico, así que retomé mi búsqueda de restaurantes en Madrid hasta que decidí sucumbir a Takos Pastor. Es muy famoso, pero me negaba a hacer una hora de cola para comer, tragar rápido e irte -aquí el concepto de comida rápida es completamente literal- porque hay mucha cola y está feo tirarte dos horas comiendo cuando hay una cola de 50 personas detrás.
El caso es que merece la pena hacer una cola que muchas veces ya está antes de abrir el local, porque mi padre PUSO LA CARA, POR FIN, PUSO LA CARA de que le gustaba. Así que el Takos Pastor es de obligada visita cuando estamos juntos en Madrid.
Lo mismo pasa con la comida venezolana, mi madre nació y pasó sus primeros años allí, así que sobra decir que siempre he tenido el placer de comer este tipo de comida casera preparada por mi abuela, así que cuando me dijeron que se había puesto de moda un restaurante venezolano en Murcia tuve cierta reticencia, pero cuando se pone algo de moda tienes que ir lo antes posible. Así que me decidí y reservé en El pilón de la negra.
Pedimos el combo de arepitas, los tequeños y la cachapa. Tengo que decir que tengo la gran suerte de tener una abuela que hace las mejores arepas del mundo, así que es raro que algunas me gusten más que las suyas, pero tengo que reconocer que me gustó bastante la cachapa, sobre decir que te tiene que gustar el maíz, claro. No vayas con prisas, es un sitio bastante grande (una terraza apañada y muchas mesas), así que tardan un poquito en servir.
Por lo demás, un sitio muy agradable -igual que el personal- para estar en la terraza y pasar un buen rato en estos tiempos pandémicos.