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Isa Espín

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De calderos y rebrotes: el SMS que no llega

Parece que la historia se repite, pero ahora, en vez de los mayores, somos los de 30 los que tenemos miedo. Antes debíamos llevar cuidado con no contagiar a los mayores de 60; ahora que vemos tan cerquita la dichosa vacuna, somos nosotros los que huimos de cualquier altercado, que si un brote en Los Alcázares, que si un positivo en La Manga… los que estamos deseando que nos pongan la vacuna (o la mayoría por lo menos)

Somos los de la generación del 90 los que nos preocupamos por la inminente vuelta a las oficinas y rezando para que dejen de haber brotes y no tengan que vacunar a la gente joven antes que a nosotros para permitirles salir de fiesta sin problema ninguno. Por supuesto, esto es generalizar, hay gente de todas las edades que lo ha hecho bien durante la pandemia y gente de las mismas edades que se lo han saltado a la torera. No creo que esto sea problema de los veinteañeros, es una cuestión de prioridades y de cómo gestionar las pequeñas crisis antes de que vuelva a saltar todo por los aires.

Hoy ha sido el primer día que la famosa app del SMS (Servicio Murciano de Salud) ha abierto el cupo -antes con el límite de los nacidos hasta el 86- y nos ha otorgado al resto de millennials el privilegio de pincharnos cualquier tipo de vacuna (porque ya nos da igual). Como cada día desde que me enteré de la existencia de esta app, esta mañana sí me ha permitido reservar cita y poco tiempo después -según me han contado- la aplicación ha petado. Así que sí amigos, está claro que tenemos ganas de hacer vida normal (si es que ese término vuelve a tener el mismo significado alguna vez).

Todavía recuerdo el famoso artículo que se hizo viral sobre todo lo que ha supuesto la vida para los nacidos en el 90, una vida llena de promesas laborales, esa generación del ‘casi’: las eternas becas, las fugas laborales, másteres que no sirven de nada, expectativas que no terminan de cumplirse, metas que ‘casi’ se cumplen. Supongo que con el tema de la vacuna, tampoco iba a ser diferente, seguimos con el ‘casi’ hasta que notemos que nos pinchan. Nosotros ya hemos aprendido que NUNCA debemos cantar victoria antes de tiempo.

Por lo menos ya tengo la cita en SMS, que no es una llamada telefónica pero ‘casi’. Os dejo unas fotitos del riquísimo caldero que me comí el otro día en La Tana, en Cabo de Palos (porque cuando las cosas se hacen bien también hay que decirlo, ¿no?), que siempre será más feliz que mi cara cuando me pongan la vacuna.

¡Hasta el próximo post!

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