LA OBRA. Título: ‘Sedientos’. Autor: Wadji Mouawad. Adaptación, dirección y espacio escénico: Paco Macià. Intérpretes: Salva Riquelme, Morgan Blasco, Eloísa Azorín, Leandro Martínez-Romero Férez. Escenografía: Ángel Haro. Iluminación: Pedro Yagüe. Música: Leandro Martínez-Romero Férez. Producción: Ferroviaria y Centro Párraga. Representación: Centro Párraga de Murcia, viernes 12 de febrero de 2016. Calificación: Muy interesante.
Los veinte minutos finales de este montaje de ‘Sedientos’, del escritor, actor y director de escena de auténtico lujo Wajdi Mouawad (Beirut, 1968), que en Murcia ha estrenado Paco Macià al frente de la Compañía Ferroviaria, son espléndidos: volverías sin la menor duda a vivirlos –no los ves, no los oyes; los vives– otra vez. Disfrutar de nuevo de la emoción, la gran sorpresa, la inquietud, la belleza, el dolor y el acierto de Ferroviaria de trabajar –de intentar hacer un teatro que desentrañe las entrañas– a partir de un texto –durísimo, por momentos irritante, por momentos de una poesía de la que no querrías alejarte– del gran autor canadiense de origen libanés.
Wajdi Mouawad es hoy, junto al inglés Martin McDonagh –también un cineasta de enorme interés–, un referente de la mejor escritura teatral –en la forma y en el fondo– contemporánea. Imposible mantenerse inalterable frente a las historias –y al modo tan apasionado e inteligente en que las cuenta– que plantea en sus textos, habitualmente concebidos para que en escena echen fuego por el alma. Y si bien no es ‘Sedientos’ su obra más lograda, ni más escalofriante, ni más difícil de olvidar, este texto supura también constantemente zozobra, extrañeza y compasión (por los muertos, tan jóvenes…).
Abordado ‘Sedientos’ desde la total libertad con la que le gusta crear a Paco Macià, que en esta ocasión ha desnudado al máximo el espectáculo de los habituales aportes artísticos que suelen ser marca de la casa –la colaboración, aquí prácticamente simbólica, del pintor Ángel Haro; las luces de Pedro Yagüe, aquí de una serena modestia y una eficacia de andar por casa en zapatillas; el aire coreográfico de sus montajes, aquí desterrado salvo en un momento cumbre…–, el resultado final de la propuesta de Ferroviaria es tan interesante como mejorable. Engendrada para su disfrute en el Espacio 0 del Centro Párraga, de su vientre ha surgido y en su vientre respira y se alimenta. No sé qué pasará cuando salga de allí. El Párraga ha coproducido el montaje y le ha brindado a Macià un espacio –tan excelente como desaprovechado para encuentros teatrales de alto voltaje–, del que este ha logrado extraer oro puro, llegando incluso a hacer ‘penetrar’ la calle literalmente, con todo su misterio y su peligro, en la representación. Impactante.
¿De qué parte ‘Sedientos’? A Boon, un antropólogo forense, se le pide investigar los restos de un joven que murió hace 22 años, abrazado a una chica, ambos de identidad desconocida y encontrados en el fondo de un río congelado. Durante la investigación, Boon se encontrará no solo con la identidad de estos jóvenes, Murdoch –la fragilidad, casi de bebé recién nacido, que le otorga el actor Salva Riquelme hace que su suicidio resulte aún más incomprensible y trágico– y Norvege –deliciosa Eloísa Azorín, que además canta y cómo de bien, ¡bravo!–, sino también con sus propios recuerdos y sueños de juventud, que hacía años que creía muertos y enterrados. Y sus sueños –sí, sí, los suyos–, ¿qué ha sido de ellos?