3 de abril de 2016

(Como resulta que la preocupación de los españoles por la corrupción se ha vuelto a disparar, los senadores del PP se hacen los suecos)

Pepe H / Nacho Rodríguez

«Cuando quieras…», le debió decir descorazonado, y con su recién planchado nudo marinero en la garganta, el pequeño Íñigo Errejón al tampoco mucho más fornido, ni bregado, Pablo Iglesias, «…devuélveme el rosario de mi madre y quédate con todo lo demás, lo tuyo te lo envío cualquier tarde, no quiero que me veas nunca más». O eso exactamente o por ahí van los dardos arrojados contra quien el decepcionado y tocado en su orgullo y en sus planes Errejón llama «mi secretario general» (sic), porque tampoco creo que le recitará, prietas las convicciones aprendidas en cuatro manuales y dos charlas de postgrado, y como resultado de su humano despecho hacia la mano que meció su cuna política, a Blas de Otero. Canta el poeta: «Si he perdido la vida, el tiempo, todo / lo que tiré, como un anillo, al agua, / si he perdido la voz en la maleza, / me queda la palabra».
Pues claro que sí: para ser coherente con lo de nos queda la palabra, Errejón se pasó siete días con sus siete noches oscuras del alma desaparecido en combate, como el soldado Ryan, mientras esta España que con Chanquete en Moncloa viviría mejor, va viendo pasar las semanas, y las cañas en los bares alegrando las gargantas, sin que nadie con mando en plaza se tome en serio ni el ‘mandato de las urnas’, ni el futuro de camino más bien negro, y sin que Rajoy/Presidente en funciones suelte, ni harto de vino y pasodoble español, el Marca de una mano y el espejito mágico de la otra.
Y todo esto –siendo como es innegable que lo de Errejón no ha sido una mala gota con la que ir colmando el vaso de una situación política que parece salida del cerebro de Don Mendo– porque cuando te parten el corazón se hacen muchas tonterías, quiero decir más todavía, y te comportas sin recato como el niño que todos llevamos dentro, incluso que llevamos agarrado de la mano. Fruto prohibido de lo cual, los niveles de infantilismo sin edad que nos ahogan son abrumadores, así es que así navega España-cañí, con el regreso y todo de Montoro/ministro, ese maná que nos cayó del cielo.
Así camina de perdida la nave del olvido, la nave de los locos, la nave de ‘Alien. El octavo pasajero’, la nave de los argonautas y la nave europea que hace aguas por sus parlamentos y sus bases, mientras muestra agotamiento su corazón de león humillado, que no tolera que le toquen el bolsillo los que llegan desesperados procedentes de ahí al lado. Errejón, de quien, para consolarlo, el número uno de Podemos ha dicho que tiene un olfato político excepcional –¿algo así parecido al de un cruce celtibérico entre el estadounidense Jon Favreau y el británico Owen Jones?–, le ha dicho a Iglesias que se olvide muy en serio de tomarlo nada en serio por el pito del último sereno, mientras que Iglesias le ha dicho a Pedro Sánchez del PSOE una tontería muy considerable y digna de tener en cuenta si lo que queremos es no perder de vista con quiénes nos estamos jugando las cosas de comer: que está dispuesto, incluso, a renunciar a formar parte él mismo del Gobierno de salvación, con tal de que el líder socialista le rompa, a su vez, el corazón a Albert Rivera, que se mantiene en su posición centrada contra viento y marea(s).
Como contra viento y marea se posicionan los senadores del PP en la defensa de sus intereses, que para eso son suyos. Ya lo han visto: se han abalanzado como si regalaran ‘petit-suisses’ a impedir con sus votos que los políticos aforados dejen de serlo, que es algo a lo que todo bípedo honrado no debería temer. Pero como resulta que según el último barómetro del CIS la preocupación de los españoles por la corrupción se ha vuelto a disparar, quizás animada por las últimas fallas valencianas, para qué iban a demostrar sus señorías que no temen, como Camarón, romperse la camisa para dejar claro que no tienen nada vergonzoso que ocultar. Cuando quieras, España, te hartas de nosotros y nos mandas a todos a hacer ayuno al islote Perejil, hacia donde partiremos «al alba y con tiempo duro de levante…».