24 de abril de 2016
(En 1968, el camionero Fermín Garcés Hualde se enfrentó a los terroristas de ETA que acababan de asesinar al agente José Antonio Pardines. Acaba de recibir la Cruz del Mérito de la Guardia Civil)
Se puede pasar de largo e incluso es legal, y usted lo sabe, pensar que María Dolores de Cospedal es esa luz manchega hipnótica que señala la salida de las tinieblas, pero cómo no estar de acuerdo con esta reflexión tan cuerda, y lamentablemente tan imposible de ver hecha carne fresca del día con nuestros propios ojos, que hace Juana la Loca y que me llega a través de la voz de Concha Velasco, patrimonio nacional: «Nada ni nadie debiera ser gobernado sin amor…; sin él todo se convierte en algo extraño, extranjero, monstruoso». ¿Sí? Pues mejor no pensarlo mucho, porque parece infinitamente más probable que veamos volando como una cometa a Miquel Iceta e incluso a Rita Barberá, cuya decadencia está siendo una crónica anunciada sin elemento elogiable alguno de realismo mágico, que a nuestros gestores políticos –de hoy y todo parece apuntar que de mañana– les encontremos interesados por algo más que por el empeño en mantener sus cuarteles de invierno a salvo; no ya sosegados, sino bien cubiertas de sobra sus necesidades económicas y su afán de poder o de jugar a mover tronos; si la ambición no mueve montañas, al menos llena telediarios y teje la telaraña en la que se van quedando adheridos los bobos de todo pelaje y siglas entre los que anda, a golpe de Twitter y de redobles de campana que anuncian más desolación, el más que mejorable juego democrático con el que parecemos pasar ya de casi todo lo importarte de veras.
Podemos pasar de largo y podemos seguir dejándoles pasar, sin cortarles el paso –incluso, ya puestos, con malas pulgas–, a los sinvergüenzas burdos, finos canallas, frescos sin horario, cínicos con mando y corrompedores y corruptos en tropel que parecen brotar en nuestros barrios, y junto a los columpios de quienes son nuestro futuro, con mayor facilidad aún con la que se propaga la sed de justicia entre quienes –vivan donde vivan y hablen la lengua que hablen– ven pisoteadas su dignidad y la paz de sus hogares.
Le dijo Luis Pineda, el presunto delincuente ahora a la sombra que preside Ausbanc, a sus interlocutores del sindicato Manos Limpias, cuyo líder Miguel Bernad también anda tomándose un respiro en prisión, que en cuanto a la posibilidad de poder desplumar hasta el desnudo integral a Cristina de Borbón, se trataba sin duda de «una oportunidad de la hostia, la mejor». Claro que sí, la oportunidad de que sus nombres y rostros figurasen un día, como mínimo, en el Panteón de los Hombres Ilustres de París y en los billetes de quinientos euros, a los que debe dar gloria verlos recién sacados de tu bolsillo.
Podemos pasar de largo o, acaso, echarle la humanidad y el respeto necesario a todo semejante en situación de debilidad y de abuso que le echó un tío hecho y derecho llamado Fermín Garcés Hualde, que hoy tiene 84 años pero que no siempre fue así. En 1968, en pleno apogeo de sus 39 años y a riesgo alto de no tener que pasar por la crisis de los 40, se enfrentó con una inconsciencia que acongoja a los miembros de ETA que acababan de asesinar a pleno sol al agente José Antonio Pardines, primer guardia civil acribillado por la banda terrorista.
Por entonces camionero de profesión, plantó cara a los verdugos en una carretera nacional a su paso por la localidad guipuzcoana de Villabona. Paró su camión, se encaró con ellos y partió en busca de ayuda. A José Antonio Pardines lo asesinaron porque ETA debió considerar que dedicarse a regular el tráfico en una zona de obras era un crimen de lesa humanidad que no debe tolerar ningún caballero bien educado. A Fermín Garcés Hualde se le acaba de entregar la Cruz del Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo. Cierto es que no se han dado mucha prisa en hacérsela llegar a sus manos, pero hay gestos que nunca dejarán de tener su espacio en la Historia de aquellos que nos honran a todos.
También se puede pasar de largo y que pare el camión, o el carrito del helado, Rita (la popular cantante o la senadora popular).