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Antonio Arco

Una palabra tuya

Masacre

17 de julio de 2016

(Los vi de pronto, eran tres, no parecían peligrosos, permanecían inmóviles, ajenos a todo lo que había a su alrededor)

Pepe H / Nacho Rodríguez

Los vi de pronto, eran tres, no parecían peligrosos, permanecían inmóviles, ajenos a todo lo que había a su alrededor. No sé qué sentí más: ¿Miedo?, ¿tristeza?, ¿rabia? Los vi de pronto y me quedé abatido, sin ganas de hablar, sin saber qué decir. Apenas sabía nada de ellos; bueno, realmente no sabía nada de ellos, pero también ignoro por qué, de inmediato, me resultaron muy familiares, me resultaron entrañables en su abandono y su soledad, me inquietaron como si de alguna forma tuviesen que ver conmigo.
Inmediatamente, empecé a imaginarme qué estarían haciendo los tres unas horas antes, incluso unos días antes, durante ese tiempo nuevo en el que se estaban acostumbrado, seguro, a escuchar risas, llantos, piropos, proyectos de futuro…; el tiempo de los primeros viajes cortos, los primeros paseos, las primeras visitas a parques y a las orillas del Meditérraneo; el tiempo de un no parar de besar con júbilo, de relacionarse en público con otros niños, jóvenes, adultos… Los primeros sonidos que vienen directos de los críos subidos a los columpios, los primeros ladridos de unos perros jugando al aire libre, los primeros disfrutes entre los árboles y las flores, los primeros globos que siempre se terminan escapando y haciendo que miremos a los cielos.
No podía dejar de fijarme en los tres. Su color azul. Su color rojizo. Erguidos, manteniéndose firmes, extraños en mitad de un día soleado, como si no le importasen a nadie… Intenté imaginarme por qué seguían allí, los tres juntos, discretamente, sin reclamar la atención de nadie, sin gente junto a ellos, como surgidos de una tierra en llamas que se ha vuelto loca, como si hubiese llegado el momento en que toda cordura ha sido aniquilada. ¿Qué andarían haciendo los tres hace unas horas?, ¿quiénes serían sus acompañantes?, ¿qué nombres tenían aquellos que les enseñaban sin prisa las maravillas del mundo en que vivimos? Los nombres de aquellos que les mostraban el colorido de los puestos de helado, la paz efímera que transmiten las puestas de sol, la importancia de los sencillos bancos en los que conversan los ancianos de sus cosas y recuerdan tantas adversidades superadas.
Seguro que ninguno de los tres pudo presentir lo que estaba a punto de ocurrir. La inocencia no entiende de estruendos que hacen saltar por los aires la placidez de las familias, la intimidad de las alcobas; hablamos de esos estruendos que acaban para siempre con el baño nocturno de los niños, con las cenas en compañía de amigos, con los despertadores puestos en hora, con esos últimos mensajes de buenas noches que se envían desde el móvil a las personas que importan.
Ahora no había nadie junto a los tres, pero justo un tiempo atrás lo que les rodeaba, como un tiovivo luminoso y feliz, era mucha gente participando de la misma gran fiesta. ¿Qué habrían escuchado en mitad de esa celebración de la vida, de la vida como un don y de la vida en comunidad que hemos de cuidar entre todos? Era muchísima la gente joven que les había rodeado con esa frescura y alegría que da el hecho de saberse poseedor de un futuro inmenso. «¡Me cago en los tres mosqueteros y en el conde Richelieu!», me imagino diciendo a un adolescente entre las risas de sus compañeros, ansiosos todos ellos de disfrutar de todos los secretos que encierra la existencia, incluido el de la relación de amor-odio que mantiene la luna con los océanos.
¿De qué hablaría la gente a su alrededor? ¿Diría alguien que estaba leyendo ‘La rama dorada’, de James George Frazer? ¿Cuáles serían las palabras más repetidas? ¿Acaso… beso, hijo, padre, pan, salud, voluntad, tele, sol, noche, lucha, supermercado, lengua, fútbol, Islandia, humor, poesía, infancia, catástrofe, ternura, indignación, alimento, sed, odio, elecciones, Estambul, Ronaldo, Messi, lotería, vacaciones, sueño, hipoteca, viajar, embarazo…?
¿Habría alguien proponiéndole a alguien viajar hasta Italia para poder caminar por el paseo sobre las aguas que ha creado el artista Christo en el lago de Iseo? ¿Puede que algunos debatiesen sobre los dilemas morales que abre la perspectiva del sexo con robots que plantea la robofilia? ¿Se estaría acordando alguien de las víctimas del último atentado del Estado Islámico en Bagdad, que convirtió en escombros amargos la heladería Yabar Abu al Sharbat, donde decenas de musulmanes rompían el ayuno sagrado de Ramadán?

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Sobre el autor

Junto a una selección de entrevistas y críticas teatrales, el lector encontrará aquí, agrupados desde enero de 2016, los artículos de Opinión publicados los domingos en la contraportada de ‘La Verdad’, ilustrados por el fotógrafo Pepe H y el publicista y diseñador gráfico Nacho Rodríguez. Antonio Arco estudió Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural y crítico teatral, una selección de sus trabajos periodísticos se recoge en los libros de entrevistas ‘Rostros de Murcia’ (1996), ‘Mujeres. Entrevistas a 31 triunfadoras’ (2000), ‘Monstruos. Entrevistas con los grandes del flamenco’ (2004), ‘Sal al Teatro. Momentos mágicos del Festival de San Javier’ (2004) y ‘¿En qué estábamos pensando? (Antes y después de la crisis. Entrevistas con filósofos, poetas y creadores)’ (2017). Finalista de los premios ‘La buena prensa' 2016.


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