26 de febrero de 2017
(De Iñaki Urdangarin viéndolas venir en Ginebra, al ministro Catalá haciendo un flaco favor a la fe, más bien quebradiza, en la Justicia)
Bueno, pues nada, ilustres señoras y señorías mías, ‘¡ha sido un placer!’, debió pensar, e incluso decirse para sus adentros liberados, o a viva plena voz del día, el ex duque de Palma destronado por sus malas artes de exdeportista, toda vez que ha quedado claro que no practica el juego limpio, y sí la trampa de la que no se ha librado ni Zarzuela. Menudo respiro, aunque sea momentáneo, por un tiempo muerto para seguir disfrutando de la vida, o incluso ya veremos por qué pie cojo o mano firme respira el Tribunal Supremo, debió sentir el otro día Iñaki Urdangarin, allá en Mallorca, durante la visita relámpago a la Audiencia Provincial en la que tan nulos buenos ratos ha pasado, tras serle comunicado que, por ahora y en la hora, y mientras llega el momento de la verdad en la que se dicte sentencia ya definitivamente firme –de momento le han caído seis años y tres meses de cárcel–, entre las medidas cautelares que las tres magistradas que lo han condenado han decidido adoptar, no figura ni la prisión provisional eludible con una fianza de 200.000 euros, que era lo que solicitaba el fiscal Pedro Horrach para que quedase evidencia de que esto no es un juego de niños, de que lo que tuvo el marido de la Infanta Cristina no fue uno de esos malos días de ánimo que puede tener cualquiera, y de que la Justicia no está para bromas, ni para privilegios, ni para no ser ejemplarizante en momentos y circunstancias de especial riesgo de quebranto social de confianza en las instituciones.
Nada. Iñaki Urdangarin, visto y no visto, voló a Ginebra, allí en Suiza, para ver si con suerte llegaba a tiempo para la cena y, una vez pasado el no tan mal trago del todo, y hecha la digestión, como Dios y los buenos hábitos mandan, se acostaba para desconectar su cabeza de tanto mareo de pato. Urdangarin solo tendrá que comparecer cada primero de mes ante la autoridad judicial suiza, además de tener el detalle, si es tan amable de hacerlo y ello no le causa molestias de colon, de comunicar cualquier desplazamiento fuera de la Unión Europea o algún cambio de residencia que pudiese realizar; no sé, pues respirar nuevos aires o variar de vistas, que de todo se aburre uno. Lo curioso –dejémoslo ahí– es que el tribunal justifica su decisión en, por ejemplo, el hecho de que el yerno y cuñado de reyes disponga de “arraigo suficiente en España por su situación familiar, social y laboral”.
Perdonen sus señorías, ¿cómo dicen? ¿Arraigo suficiente? Pero si vive en Ginebra, país Suiza, unos quesos estupendos y un Lago de los Cuatro Cantones que da gusto verlo. ¿Se refieren con lo de ‘su situación familia’ al calor de hogar que recibe de sus parientes políticos?, ¿con lo de su ‘situación social y laboral’ aluden al hecho de que goce de un descrédito absoluto y a que se haya convertido en un nefasto ejemplo, con un pie en prisión, para la ciudadanía a la que ha estafado? Y qué me dice usted del hecho de que las magistradas hayan incluso manifestado por escrito que sus “particulares circunstancias, sobradamente conocidas, nos eximen de un pormenorizado análisis”. ¿Cómo que les eximen?, ¿a qué viene tanta prisa, tienen hora para pasar la ITV del coche, cierran el supermercado o deben intentar encontrar a Eva María, que se fue buscando el sol en la playa? No, más bien al contrario, deberían explicar mejor sus motivaciones porque nos hemos quedado a cuadros, teniendo en cuenta, sobre todo, las “particulares circunstancias” que este país lleva soportando con excesiva paciencia y un coste altísimo.
Llueve sobre mojado. Menuda semana. Por lo menos él nos dijo “ahí os quedáis, tristes de vosotros”, y se marchó lejos. Nosotros nos quedamos aquí para ver, incluso costando trabajo creerlo, cómo el ministro Rafael Catalá de Justicia hacía un flaco favor a los fiscales de este país, a la fe más bien quebradiza de los españoles en el sistema judicial, y a la independencia del poder político que se le supone a los garantes de que se cumpla la Ley y se imparta una justicia igual para todos, con sus modos despectivos, torpes e inadmisibles de dirigirse, para empezar a abrir un melón de despropósitos dialécticos que lo dejan herido en su reputación, a las dos fiscales del ‘caso Púnica’ que, en lo que respecta al presidente autonómico Pedro Antonio Sánchez, mostraron su desacuerdo con la decisión del fiscal general de que no se actuase contra él.
Otro modo de explicar Catalá esta decisión le habría beneficiado más al político popular en su legítimo afán arrollador por salir triunfante de un calvario particular que, de paso, está afectando a la imagen de la Región que lo eligió en su día para que la intentase mejorar. Un calvario anunciado y seguido por toda España. Todo, a la espera, cada vez más dolorosa, de salir airoso “como un árbol que se yergue o un manantial que empuja”, que canta María Victoria Atencia. Pronto lo sabremos.