6 de marzo de 2016
Quedarán las formas: el beso, el mordisco en la yugular, el lenguaje utilizado en tono chulesco…
A ver si resulta ahora y en la hora que va a ser más importante la forma que el fondo, y en ese caso estaría justificado que lo que se nos quedase en la memoria traicionera de la sesión plenaria del otro día –Pedro Sánchez derrotado, pero no hundido– fuese el beso apasionado de Pablo Iglesias, ese beso&show tipo «la española cuando besa, es que besa de verdad», tan a plena luz buscada de las cámaras de televisión, tan apasionado, tan nunca visto entre las filas más modosas del PP; ese beso tan entre hombres de pelo en pecho, pecholobos, encantados de haberse conocido y de estar haciendo la revolución (?); ese beso más abrazo al que se entregó el líder de Podemos saltando desde su escaño como un excursionista o como si estuviese en un concierto de Muchachito Bombo Infierno, crecido todo él como nueva esperanza blanca de la izquierda a la izquierda del PSOE, o lo que sea, al que le recordó –ahora en vez de con un beso con un mordisco en plena yugular–, los tiempos de cal viva del GAL, como si estuviésemos para perder el tiempo mirando hacia atrás con ira y a destiempo.
Quedarán las formas: el beso, el mordisco; el lenguaje utilizado en tono chulesco, como si permitírselo pudiese, y más antiguo que los polvos de talco, por Presidente/Rajoy en funciones; el mal pie con el que desgobernó la sesión Patxi López; lo claro que está que Podemos y PP quieren nuevas elecciones y, después, ya veremos qué hacemos si la abuela sigue mascando tabaco. En fin, mucho ruido y pocas nueces, mientras España, camisa blanca, se harta, se excita, se olvida, se despista, se duele, se lo toma a broma, se echa las manos a la cabeza o se plantea estallar, ¿pero cómo?, y decirles a todos ellos, uno a uno: ‘¡Déjenme, por favor!’. Eso mismo es lo que les ha dicho a los periodistas el exgerente popular Beltrán Gutiérrez Moliner tras declarar ante el juez Eloy Velasco. Vaya, no molesten a don Beltrán, que está pensando, que es un ejemplo de trayectoria intachable para todo, que le das una ‘tarjeta black’ de Caja Madrid y, como es de los que deben pensar que solo se vive una vez, como las Azúcar Moreno, va y se gasta 58.000 euros con la misma alegría que lo haría si fuesen suyos. Don Beltrán, ¡por favor!
A ver si lo grave no va a ser el fondo, sino la forma; a ver si este fracaso de negociaciones, este no quererse sentar a la mesa unos con otros, como si temiesen encontrarse con los mendigos de ‘Viridiana’ zarandeando sus conciencias, va a quedarse en segundo plano ante los Toros de Guisando, a los que conocen, además de por lo visto Rajoy, siempre en vanguardia, cuatro gatos monteses y el que barre.
A ver si es que es verdad que no vamos a saber, ni a querer, ni a poder entendernos en lo básico, que suele ser la esencia, que suele ser lo importante. O sea: la calle. Iglesias citó a Manu Chao, pero para nada o para decir ‘me gusta Malasaña, me gustas tú’. Podría haber recordado su canción ‘Me llaman Calle’, que pone el dedo en la llaga y no se anda ni con besos de ‘Lo que el viento se llevó’, ni con besos de Judas, y en la que se buscan la vida prostitutas por obligación, gente sin trabajo, sin papeles, sin saber el idioma, con otras religiones, venidos de muy lejos, mirados con recelo, solos…
«Me llaman calle del desengaño, calle fracaso, calle perdida», canta Chao. Pero el caso es que seguimos adelante, quizás porque sabemos que ‘un día vendrá mi suerte’. A ver si no es cierto que todos esperamos que el día que suene la flauta sea sobre un acuerdo sólido –ah, sí: programa, programa, programa–, deseos sinceros e inteligencia emocional y de las otras; sean todas bienvenidas. Porque tampoco estamos para más ‘churros’, aunque se trate de uno como el que ha convertido al base Sergio Llull en un ‘crack’.
Desde veinte metros, el muy bestia ofreció un espectáculo estratosférico encestado de lujo sin ni molestar al aro. Y, todo humilde, dijo: ‘Ha sido un churro’. A ver si quisiera acompañarnos a la mesa y darnos ánimos. A ver si un día tenemos un buen Gobierno y a ver si un día hacemos de la mesa vacía de la concordia un gran país.