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Antonio Arco

Una palabra tuya

No, no sé, ¡bueno vale…!

30 de octubre de 2016

Pepe H / Nacho Rodríguez

 

(Coronado Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, se ha visto al mismo extraño tiempo despeñarse sin ayuda al PSOE)

Coronado Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, se ha visto al mismo extraño tiempo despeñarse sin ayuda de nadie a un partido que ha sido crucial en nuestra democracia, tan prematuramente alicaída y ahora ya enfrentada a una realidad irreversible: el descanse en paz del bipartidismo. Pero no es tanto ese el problema –toca madurar en hábitos democráticos y en el aprendizaje de los acuerdos y consensos– como lo es el desmoronamiento –en vivo, no en diferido– del PSOE, al que no es ajeno su voraz cainismo interno y el hecho contable de que cada vez más sus votantes tradicionales, tras poner primero cara de susto, y seguidamente cara de rabia, depositen sus votos y sus esperanzas en otros mapas políticos. O en ninguno.
Hasta aquí se había llegado: millones de votos perdidos y una disminución drástica de poder de decisión en las instituciones, que le han conducido, con el fin de seguir manteniendo algunos de sus fuertes, cada vez menos fortalezas, en pie, a tener que pedir su mano –con más o menos galantería– a otras formaciones políticas; así ha sido incluso en Andalucía, su, cada vez más desasistido, pertinaz granero de apoyos.
De proseguir su lento peregrinar hacia la derecha, claro está que terminará siendo, en una próxima boda del Gobierno de España, tan solo alguna amiga de la novia de sus tiempos de Universidad. De ser la novia, ni pensarlo. O sea, un socio menor de aquellos con los que compartió las mieles del ya citado mano a mano PP-PSOE, o viceversa. Y eso, mientras funcione el temor a los partidos nacionalistas, tan en la inopia, a los que los mayoritarios andan deseosos de estrujarles el cuello, o a las nuevas formaciones emergentes vinculadas, con más o menos fuste, a los movimientos sociales y las situaciones de flagrante injusticia.
Es cierto que el PSOE no está deshilachándose en solitario, ya que le sucede algo parecido a la mayor parte de la socialdemocracia europea, que tampoco tiene ya la cadera para bailar la conga. Lógico, ¿acaso no era su defensa a ultranza del Estado del Bienestar y su incesante cortejo amoroso a las clases trabajadoras y, de paso, medias, su principal zanahoria para que siguiese caminando el burro? Pues eso: salir de ronda con quienes visten ropajes neoliberales y aplican sin inmutarse políticas de austeridad y miseria, no es en balde. El electorado del PSOE, tras irse tragando las uvas de la ira, se echó a la mar de ideologías revueltas, incluso mareantes, en busca de un nuevo faro que arroje alguna luz y deseosos de que en el desierto de los tártaros de nuevo reine la alegría, que siempre se lleva mejor en un país que no tenga la soga al cuello.
Momento crucial: a ver cómo nos la ingeniamos todos para poder seguir conviviendo, en paz y prósperamente, en un país que le ha ido cogiendo el gusto a la plurinacionalidad, por más que no haya peor ciego que el que no quiere ver. Y en esos ‘todos’ entra la militancia socialista y sus simpatizantes, molesta en buena parte, y en grado sumo, con el aparato del partido, que se ha demostrado ortopédico más que saludable, actuando como una Salomé fumada pidiendo la cabeza incómoda de Pedro Sánchez, que no creo que haya que recordar que no surgió del frío, como el espía Alec Leamas, sino que fue aupado a la secretaría general porque así lo quisieron las bases.
Si piensan los dirigentes de los partidos que, sobre todo las nuevas generaciones, van a tragar con el «todo para el pueblo, pero sin el pueblo», o con acatar las órdenes como si fuésemos todos caballeros legionarios, cabra incluida, lo llevan claro. Escuchar, no levantar muros dogmáticos –qué espanto delirante, el diputado Rufían de ERC–. Razonar, no imponer sandeces. Consensuar, no prender fuegos. El PSOE que hemos visto es un PSOE que no tiene claro su lugar en el mundo, y que tampoco ha sabido, o ha querido, tener mano izquierda con los que, Podemos y demás mareas, supuestamente han llegado para establecer fiables muros que frenen con talento a la derecha.
Sobrados de orgullo unos, pardillos de más los otros, y por si faltaba algo con Ciudadanos mediante, la posibilidad que hubo de un cambio de Gobierno se fue al garete, con gran alegría, por supuesto, de eso que podemos denominar los poderes fácticos, tan económicos ellos de todo corazón. Frente al ‘no es no’, que muchos militantes socialistas murcianos transformaron en ‘no, pijo, no’, ayer se impuso la confusión de ideas, el temor a un desvanecimiento mayor de haberse producido unas terceras elecciones, y la traición a una parte de la población que tenía puesta su fe en el PSOE, pese a que de este forme arte y parte Susana Díaz. A ver cómo se regenera este partido ahora, si es que puede; falta hace.

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Sobre el autor

Junto a una selección de entrevistas y críticas teatrales, el lector encontrará aquí, agrupados desde enero de 2016, los artículos de Opinión publicados los domingos en la contraportada de ‘La Verdad’, ilustrados por el fotógrafo Pepe H y el publicista y diseñador gráfico Nacho Rodríguez. Antonio Arco estudió Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural y crítico teatral, una selección de sus trabajos periodísticos se recoge en los libros de entrevistas ‘Rostros de Murcia’ (1996), ‘Mujeres. Entrevistas a 31 triunfadoras’ (2000), ‘Monstruos. Entrevistas con los grandes del flamenco’ (2004), ‘Sal al Teatro. Momentos mágicos del Festival de San Javier’ (2004) y ‘¿En qué estábamos pensando? (Antes y después de la crisis. Entrevistas con filósofos, poetas y creadores)’ (2017). Finalista de los premios ‘La buena prensa' 2016.


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