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Lola Gracia

Vivir en el filo

Nicontigonisinti (microrrelatos)

Imagen de Steven Meisel para Vogue Italia

“No nos vamos a enamorar ¿verdad?” susurró en su oído mientras se le escapaba la vida entre las piernas. Todo era tan azul: la piscina, sus ojos, el correr del agua a borbotones que abrazaba los cuerpos desnudos . Con esa pregunta su príncipe se hacía mendigo tras una hora de ejercicio amoroso: “¿Lo dices en voz alta para convencerte a ti mismo?” jadeaba ella desmayada como una flor.  En una fracción de segundo se convenció de que no importaban tanto los sentimientos como los sentidos y que, acaso, esa fuerza, tan poderosa, era más fiel que el más leal de los amantes. Para qué contradecirle:  “Lo que tú digas, mi amor, lo que tu digas”. Ella se perdió en el azul, llevada por esa fuerza, tan poderosa, que transmutó su materia de sólida a líquida.Y resurgió de las aguas como una Venus de Botticelli.

Tomó su cabeza entre las manos, tan pequeñas. La tarde se quedó sin palabras y ellos sin saliva “¡Más agua, por favor!” Gritaba Enrique VIII

“Gracias por existir”, le dijo él con los ojos empañados por las lágrimas. “De nada, pero deja de pisarme el juanete, por todos los dioses”.

“Miré y no encontré luna. Y me di cuenta que tú eras la luna”, dijo él solemne. “No my, dear”, resolvió ella: “había luna llena y tú estabas borracho, muy borracho”.

“Me siento vacío sin tu piel”, exclamó desesperado, con los ojos inundados de emoción. “Pues a ver cómo lo arreglamos, sólo tengo una (piel) y tres novios más”.

“Me encanta el brillo de tus ojos”, le dijo él. “No te engañes”, contestó ella: “he estado llorando por otro”.

“No sé si es amor o adicción. No sé si te quiero”, le dijo él pegado a su cara, “Sólo sé que mon coeur batte pour toi trés fort”. Ella tocó su pecho y sintió frío. “Debe ser adicción”, concluyó.

“Sé que me quieres, lo sé”, le dijo él. Y añadió: “Mírame a los ojos y dime que no es verdad”. A ella se le escapó una lágrima: “Sí, sí…y mucho, vive Dios, pero no de esa manera, cariño”

“Me has dejado algo nuevo dentro”, le escribió él en un sms. “Cierto. Se me olvidaron los bostezos en tu casa, ¡aburrebragas!”(sms de vuelta)

“Tengo celos hasta de los neutrinos”, se dijeron perdidos entre la basura interestelar.

“O tú, o ninguna, cabrona mía”,  le dijo él. “Pues será otra, porque yo, lo que soy yo, no voy a ser”, contestó ella.

“Ahora lo tengo claro, eres la mujer de mi vida”, dijo él: “No puedo ser la mujer de tu vida porque soy la mujer de la mía”. Le leyó ella un manifiesto feminista mientras se ponía el sujetador.

“¿Sabes? Siempre he soñado con este momento”, afirmó ella entre suspiros, muy cerca de su oído. “Perfecto, pues este momento ha llegado”, añadió él con prepotencia…”Sólo, sólo hay un problema”, dijo ella separando los labios del guaperas..
-¿Qué, qué, cual es el problema?–inquirió él
-Que eras mejor en mis sueños
(Escena de “El amor tiene dos caras”)

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


abril 2012
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