-¿Le pongo el café sólo?
– No, con Clooney
-¿Y yo no te valgo?
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Este día raro y gris. Este vacío. Gritos heridos en la espesura, en el silencio verde. Viento helado preñado de presagios. Duele este día. 26 lunas resultaban insuficientes para olvidar el olor de su muerte y el aroma herrumbroso de sus vidas, sus múltiples vidas compartidas en el lecho del sexo, del extásis y la sangre ¿Quién pondría fin a la suya? ¿Cómo encontrar un compañero de viaje que se apiadase de ella, que tuviese el coraje que tuvo ella para con Olivier, su amor, fallecido hacía 26 lunas, a quien cortó el cuello y le clavó una estaca en el corazón?.
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Mario la piensa. A veces hace incursiones en sus juegos, excursiones por sus senos. La recrea en fotogramas de deseo bidimensional, infinito. Jamás le dirá esta boca es mía.
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Bailaban en lo oscuro. Muy lento. Era casi la primera vez que el juego de palabras daba paso a otra cosa. Tango, cambalache. Qué mal bailaba el jodío. Ella se paró en seco y lo separó bruscamente de su seno: “Yo pensaba que esto iba a ser otra cosa”. Cogió el abrigo y se marchó.
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La mosca quedó atrapada en el bloque de mantequilla -beige, frío, insolente- disfrutó hasta el colapso de sus arterias. Butterfly agónica, extasiada y feliz. Hay amores que matan.