Adoro el tres: primer número impar, trinum en latín; la base de la mística: la santísima trinidad; el tridente, los trinchetes; la palabras “Hey”, “Olé”; las pirámides, los bikinis de triángulos; la regla de tres; la perfección formal de las tres unidades: plantemiento, nudo y desenlace; Tres nombres, tres, tenía el astro rey en la mitología romana: Sol, Apoloy Líber; Y tres eran tres las hijas de Elena. Uno es rácano; dos, estático; tres es acción. El tres es perfecto. En el Tarot: La emperatriz,
como me siento por dentro. ¡Qué coño!: yo soy el tres. Seguro que Flaubert se sentía también tres, además de Madame Bovary.
– O sea, mademosielle Gracia: que usted se quiere mucho.
– Si no me quiero yo, ¿quién me va a querer? Mejorando a los presentes, por
supuesto. Que una no tiene abuela pero sí educación.
Estos días en los que se celebra el juicio de Cachuli y sus dos ex –a saber: Maite Zaldívar y Pantoja— serán de rabia contenida, de un tres soterrado y cabrón que les pondrá dientes a todos aunque por dentro se lanzarán afilados sables. Aquel fin de semana fatídico en el que falleció la bella Natalie Wood también había tres en un barco: la guapa, su marido,
Robert Wagner, y el también actor Christopher Walken. Wagner tuvo que hacer
la incómoda pregunta: “¿Es que te quieres follar a mi mujer?” Nunca sabremos qué ocurrió a bordo, pero al todopoderoso tres se lo cargó una interrogación y quizá el deseo, tan difícil de disimular en un espacio claustrofóbico como un yate.
El tres es excitante, lo miren por donde lo miren. A veces, una película de ladrones; otras, un thriller pasional. Pero nadie podrá acusar al tres de ser un número aburrido. Nunca.
Algunos dicen que es multitud. Yo, con tres, monto una fiesta de risas, cañas y patatas fritas: otro trío ganador. Los masones proclaman que “tres hacen un colegio”. De Guindos y Rajoy no son nadie sin Merkel. La prima de riesgo quedaría huérfana sin la deuda y el déficit. Los plastas de Romeo y Julieta no tendrían ningún sentido sin la oposición familiar de Capulletos y Montescos. El dúo Otello y Desdémona está cojo sin los celos. Entre Humbert Humbert y Lolita necesitamos sin duda el espíritu de las transgresión. La vieja’l visillo lo tendría crudo sin su banda de música y sin vecinos come-chismes. Incluso los amantes, los de verdad, no estos cursis que nos muestra la literatura, no son nada sin el amor. El de verdad, claro.
– Mademoiselle Gracia: ¿tanto rollo para soltarnos otro sermón erótico veraniego?
Podría ser peor. Podría incluso seguir con el vals (1,2,3); un famoso concurso televisivo (1,2,3); una gran película (1,2,3) o el triunvirato de las grandes reinas: Madonna, Streisand, Garland; los tres acompañantes de Dorita en el Mago de Oz; La nota Fa (quien puede olvidar aquellos limones del Caribe), la pabra C y los Bee Gees, primos lejanos de este punto G.