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Lola Gracia

Vivir en el filo

La maldición del ácido láctico (esforzarse es de pardillos)

 

 

 

El esfuerzo siempre ha estado mal visto en este país. Aquí todo el que tiene vocación, afán de lucha o de superación es un pardillo, un perdedor o, peor aún, es visto como sospechoso. Los investigadores están condenados a ser eternos becarios. Los bailarines a marcharse fuera. Los medallistas, a que les caiga una montaña de basura, como le ha sucedido a Anna Tarrés. La doble subcampeona del mundo, Mireia Belmonte, se queda sin trabajo ¿Por qué? Porque pidió un ligero aumento, porque se enfadó y se marchó de una cena dejando plantados a sus jefes. Y, ya se sabe, en un hombre eso queda muy viril. En una mujer es imperdonable. Su entrenador, Fred Vergnoux, dice que se le ha subido el pavo. Esta frase le retrata con nitidez. Así que no añadiré adjetivos.

Las mujeres no podemos sacar las uñas. Forbidden. Dan igual tus medallas, tus méritos, tu esfuerzo, las portadas en todos los diarios, el orgullo de tus compatriotas. ¿Pero qué inversor puede creer en un país como el nuestro donde calentar el sillón está mejor visto que ser eficaz? ¿Donde la gente vuelve al trabajo cuando en Europa ya están de regreso a casa? ¿Donde vale más lo que digan quince niñas resentidas a todo el medallero de Tarrés? ¿Donde cualquier director general de pacotilla cobra más que Mireia, que se pasa ocho horas metida en una piscina, que vive a dieta, que supera sus propios límites?

Metería a todos los políticos a practicar un poco de barra. 500 pliés y relevés. A ver quién es el guapo que aguanta. Invitaría a las nadadoras quejicas a meterse en cualquier estudio de danza importante de nuestro país. Los profesores son duros porque alcanzar la perfección está al alcance de unos pocos: aquellos dotados por la naturaleza y aquellos cuya pasión por el arte, cuyo amor por su trabajo, les hace olvidarse del ácido láctico, de los dolores perennes en su cuerpo, de los pies ensangrentados.

Tanto hablar de I+D y apenas algunos afortunados pueden vivir de la investigación en nuestro país. La investigación que, se supone, nos hará avanzar. Pues cero. Kaput. Este año, nuestros queridos gobernantes se han cargado el 25% de la inversión destinada a tal fin. 2.200 millones de euros menos.

De igual modo, los vocacionales estamos condenados a este eterno sinsabor. A que tu celo profesional se tome a mal y a que las críticas sólo vengan de un sitio. Mejor, quédate callada, que siempre tendrás las de perder. Por mucho que ames tu trabajo, por mucho que adores la sensación del ácido láctico esculpiendo tu piel; Si quieres superarte, ya eres peligroso o, peor aún: un auténtico coñazo.

 

Imagen de Steven Meisel

 

 

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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