Oh baby, oh baby
The night is hot outside your window
I hear people walking, people talking
I smell your skin, I feel you breathing
don’t let me go, not yet, not yet, not yet
Ohho..yeah, never in your wildest dreams
did you ever get this feeling
In your wildest dreams
Holly Knight, Mike Chapman
Nunca contemplaría su estampa con el regocijo de la primera vez. Hoy era un fotograma maldito, un laberinto de la semiótica, una punzada en su estómago, un nudo en su garganta.
Cuando contempló aquella instantánea no pudo imaginar que el deseo y los sueños eran los estandartes de una procesión de peligrosos capítulos. Cuando se estremeció al contemplar aquella fotografía apenas conocía a Paulo. Era sólo un remoto anhelo.
De un desconocimiento naif por su amor, Norma pasó a ser traicionada en su confianza, adorada, conquistada, engañada, ocultada, amada, temida. De la opacidad de las imágenes fijas, asistió a un despliegue de sentidos, de olores y sabores. Del anuncio gris del terror, del sabor agrio de la muerte a la maravilla de flotar en sus brazos, de sucumbir al hechizo de cientos, miles de caricias; de la felicidad más absoluta que es encontrar el amor único, irrepetible en la vida, a los momentos de amarga soledad, de desconexión en la noche oscura del alma. A una eternidad sin saber si él viviría o ya estaba sepultado bajo aquel desierto inhóspito bajo el cielo mexicano.
Volvía todo a su cabeza. Metralla de imágenes hermosas y terribles. Miraba sus ojos, inmortales en el fotograma, y un maremoto de recuerdos la llevaban al sudor frío, a la nausea. El atroz miedo. El rostro, el de su amor, presumiblemente, y el de ella escondidos en una bolsa de cartón. El calor sofocante, la asfixia con esa mordaza tan soez. Encajonada en el maletero trasero de un coche.
Su piel quemaba bajo la carrocería en una competición absurda por quedarse con todo los grados Farennhait del planeta. Y no podía dejar de llorar. La última vez que recordaba a Paulo estaba inmóvil, en una silla, como un muñeco de trapo desmadejado hacia delante. Un hilillo de sangre escapaba de su cabeza. No, no sabía si había sobrevivido. No sabía si finalmente lo encontraría tras aquel terrible viaje, entre dunas y arena; la punzante arena, como alfileres en ascuas que se colaban por todos los poros de su piel. Por su nariz y su boca. Una mordaza muda le impedía la visión ¿Qué coño podría ver metida en el maletero de aquel viejo Chevrolet?
En aquel momento le aterraba la idea de morir allí, en medio de aquella nada; ser enterrada junto a los buitres en una fosa cavada en la tierra yerma y caliente. O peor, quedarse sin Paulo de por vida.
Otra vez tomaba cuerpo la fragilidad de Norma en un mundo de hombres. Con sus leyes propias al margen de la ley. Esa fragilidad era la reina desde que puso sus pies en México D.F.
Cuando hoy contemplaba la fotografia de Paulo, jamás pensó lo que desencadenaría en ella y en su vida; como el ciclón que arrastra a una Dorita ilusa y pedestre desde Kansas al mismo infierno del mundo.
“Sé que me miras a mi”. Pensaba. Sé que tras el objetivo del fotógrafo estoy yo. O como si estuviera”. Se decía. Él estaba sentado sobre la mesa de su despacho, alguien le enfocaba desde arriba en un plano que pretendía emular a la película de Orson Welles, Ciudadano Cane. Era mucho más guapo que Welles; infinitamente más correcto y ético que Hearst. Qué comparaciones absurdas, se decía: “Eres una enferma del cine. Una mitómana sin remedio”
La luz exterior-día que le iluminaba era digna, limpia. Los labios entre abiertos dejaban el hueco exacto donde ella pondría su boca en un tetris de amor, en una conjunción de éxtasis y nirvana. Un beso, imaginaba, y sería suyo para siempre. La mirada brillante, el gesto complacido. Los labios ligeramente húmedos, como un lobo elegante que está a punto de lanzarse sobre su presa.
Esa imagen de metáforas fosforescentes, de pose deslumbrante — tan desinhibida que le costaba reconocer en él a esa persona algo fría, impecable y cortés con la que había compartido alguna reunión de trabajo — cambió muchas cosas en su vida. Aquel día fue luz. Hoy era caos y miedo. Y desesperanza.