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Lola Gracia

Vivir en el filo

Corinna, el regreso de la “Ex”

 



Los ex siempre vuelven. La mayoría, a desestabilizarte.  A joder, vamos. La testosterona les empuja al regreso, a conquistar el terreno perdido,  a sembrar una batalla campal en tus sábanas, en tu vida. Después de cuatro o cinco encuentros de sexo reconciliatorio, la que se arrepiente de verdad eres tú. No lo pueden evitar, lo llevan en los genes.  Es el tango de los días. Cuatro whatsapp después de un encuentro fortuito por la calle y, hala, toda tu paz se escapa ¿Qué consigues tú? Nada ¿Qué consigue él? Salvaguardar su ego.
Corinna es mujer, así que sus estrategias son diferentes.  Protagoniza una segunda parte desde las portadas de los tabloides. Es como aquella canción de Marta Sánchez: “mírame bien y di lo que ves, esa mujer que perdiste una vez”. Pero como todos los ex, vuelve a joder y en el peor momento.  Cierto, es una ex con clase. Guapa y perfecta en sus fotos de estudio. Con cuatro joyones  impresionantes que contrastan con la simplicidad de una camisa blanca o un jersey negro. “Esto es caro, muy caro”, parecen decir. Con el botox repartido estratégicamente. Ni mucho ni poco. A punto de sobrepasar esa línea de mujer a topo Gigio. (Haré un inciso:  amigos del botox de todos los sexos, esos pinchazos que os dáis para eliminar el rictus nasogeniano os quedan fatal. Se os pone cara de roedor hinchado. Vosotros mismos).
Lo mejor de este personaje es su contradicción absoluta. Y ese descaro algo mari con el que nos dice: “Mirad qué buena que estoy, mirad qué señora tan estupenda”. Vamos, como aquello del Tomate: “Qué guapa soy y qué tipo tengo”. Si no fuera por la distinción que le otorgan sus cremas, sus títulos y sus relaciones ¿Quién sería Corinna?. Si no hubiese aparecido en una instantánea tomada en Bostwana ¿Qué carajo nos importaría?
Como todos los ex, Corinna no regresa por amor.  Nadie se cree su aviesa discreción, vociferada a voz en grito desde una portada del colorín, ni sus maneras de hada buena: “¡Eh, que yo no cobro!”, “¡Eh, que yo sólo quería ayudar!”. Corinna vuelve a por lo que es suyo, Corinna reclama su cetro porque es evidente que lo ha perdido. Ella es todo menos desinteresada.
Como los hombres,  ella busca otra cosa. Un gesto que le recomponga la autoestima y, quizá, las finanzas. Detrás de la mirada lánguida hay un afán de reconquista, igual que el de los machos cuando se encuentran con su ex por la calle, un día cualquiera, de forma fortuita, y les sueltan aquello de: “Qué guapa estás, cabrona”. Pero ella va más allá. Como escribí en una ocasión, las mujeres lo queremos todo. Ni bueno, ni malo. Así son las cosas. Corinna no se conformará con un polvo por los viejos tiempos. Ella busca nuestra aprobación puesto que no la encuentra en quien debería hallarla. Corinna quiere sacar matrícula y si hace algo de caja, mejor que mejor, que los tiempos están muy chungos, incluso para la nobleza.
¿Tiene derecho a resarcirse? Claro, cómo no. ¿Nos creemos sus estrategias? En absoluto. Los flashes de las cámaras, la perfecta luz, su sonrisa de Monna Lisa no nos engañan. Corinna es un mujer desesperada y, sobre todo, es una mujer que está hasta las meninges del papel que eligió en la vida. Ahora quiere ser prota, ahora quiere ser la reina, aunque sea del folletín. El capítulo I ha resultado sabroso y contiene todos los ingredientes de un buen guión. El leit motiv es claro: a chula no me gana nadie.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


marzo 2013
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