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Lola Gracia

Vivir en el filo

Sigue el camino del orgasmo





¿No es mucho más cruel acostarte con el legítimo y fantasear con Paul Walker?

Mi amiga tiene un dilema. Su marido le ha propuesto hacer un trío.  Nada de montárselo con otra. Lo que quiere él es contratar a un puto para jugar en compañía. Ella se lo está pensando. Los hay por 100 euros y “prometen aguantar toda una hora, ahí, dale que te pego, sin parar”, puntaliza “S” (la llamaremos así). Ella, que está enamorada de” P” desde el primer día, que jamás le ha sido infiel, recibe esta insólita proposición indecente. ¿Qué le puedo decir? Nunca se me ha planteado situación semejante. Nunca he concebido la relación amorosa fuera de un entorno de exclusividad y complicidad con sólo una persona. Pero…Nunca se sabe. La vida es muy larga, da mucha vueltas, nos centrifuga, nos hace un guiñapo y cualquier día va tu pareja y te suelta: “quiero verte hacer el amor con otro hombre que no sea yo”.

¿Algo así puede ser considerado una infidelidad? Pues depende. “Imagina–elucubra mi amiga– que a mí me gusta más con el puto que con él ¿Entonces qué? ¿Y si a partir de ese momento descubro otras cosas y empiezo a buscarlas fuera de mi pareja? Complicada cuestión.

Según me explicaba el otro día el psicoanalista Pablo Juan Maestro, la infidelidad, como su propio nombre indica, significa falta de fe. La pareja se rige por pactos y contratos. Si dentro de la pareja se admite una tercera, cuarta o quinta persona (o alguna más, aunque esto sí que me parecería una multitud) nada que objetar. La gran traición es cuando se pierde la fe en la otra persona, en el proyecto en común. Cuando aparecen los enamoramientos acalorados y cuando se pasan de las palabras a los hechos, entonces encontramos un camino sin retorno.

¿Alguien sabe calibrar las consecuencias de introducir un tercer elemento en una relación de pareja? Habrá personas que se lo tomen como un juego más, lo cual no deja de parecerme una cosificación del género humano. Toda prostitución lo es. Compras carne, compras servicios sexuales (no me parece ni bien ni mal pero la cosa es así, no me lo podéis negar)…Pero ¿Y si ocurre  como barrunta “S”? ¿Y si a partir del trío, “P” empieza a no estar a la altura?. Ya lo sabéis, las comparaciones son odiosas. Un conocido mío practicó un trío y salió trasquilado. Fin de los experimentos. “Las cosas de comer y de montar no se dejan”, repetía siempre. Nunca más, repetía siempre, dolido, consternado, sumido en la estupefacción.

Como soy muy desconfiada  le digo a “S”: “¿Y si lo que quiere tu marido es un trío con otra chica y te concede la gracia de ser la estrella invitada por una vez?”
–Ah no, de tías nada–  concluye tajante.

¿Qué aconsejar? Veamos, querida “S”, si te atreves, adelante. En el resto de casos, soy de la siguiente opinión:  si a una le gusta mucho un tipo y tiene pensamientos libidinosos con él ya está pecando, pero de omisión, porque uno tiene que ser fiel a sí mismo en todo momento. ¿De qué te sirve soñar con el vecino del 5, pongamos por caso, y no llevarlo a la práctica? ¿No es mucho más cruel acostarte con el legítimo y fantasear con Paul Walker? (en qué estaré pensando, válgame) ¿No es eso también una cosificación de tu santo para montarte una fiesta privada donde ni siquiera él está invitado?

Ante la duda, lo tengo claro: “sigue el camino del orgasmo” como recomienda la psicóloga a su paciente  en el corto titulado Mujeres infieles. Pinchad aquí y me contáis.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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