Las piernas de Kim Bassinger con un vestido de YSL
Una ya no puede estar tranquila ni dentro de sus bragas. Los smartphone y las redes sociales se alían para que echar un vistazo por encima del escote o por debajo de una falda, se convierta en un acto público. Total, que
tú estás tan tranquila subiendo unas escaleras automáticas y algún listo te coloca, por arte de las tecnologías digitales, ante un auditorio de 5.000 personas (el límite de amigos en Facebook) .Y tú sin enterarte. Hasta que te reconoces. O
hasta que te reconocen. Hombre, no. Esto está feo. Entiendo que se os vayan los ojos en algún momento. A mi también me ocurre pero ¿No es más bonito que todoquede en un acto privado de regocijo y satisfacción?
Una foto tomada sin consentimiento de la lencería de una chica –quizás él se sentó frente a ella en el autobús, quizá se colocó un dispositivo móvil en la muñeca y mientras discutía con su jefa, grababa lo que tenía entre las piernas— puede recorrer el mundo y dar la vuelta a la red. Qué os voy a contar que no sepáis.
Como siga así la cosa, nos obligaréis a ir con cuello vuelto y pantalones en pleno mes de agosto. Estos días se habla del upskirting (fisgonear sin permiso por debajo de la pelvis) porque hay una propuesta de ley en Massachusets que prohibirá explícitamente este tipo de invasiones de la intimidad (también podemos encontrar el downblouse, o sea, mirar por encima del escote y aprovechar ese botón traidor que muestra parte de nuestro casto sujetador). En dicho Estado se condenó a dos años de cárcel a Michael Robertson por realizar este tipo de fotografías sin el consentimiento, obviamente, de sus protagonistas. La Cámara está estudiando ajustar los avances tecnológicos a estas prácticas depredadoras y humillantes para sus víctimas.
Lo que me pregunto es ¿Qué tiene de especial para algunos hombres mirar por “La raja de tu falda” como cantaba Estopa? ¿Por qué es tan excitante? En 1767 Jean Honoré de Fragonard pintó el cuadro titulado “El columpio” cuyo protagonista se deleita en las enaguas de la muchacha. El Moulin Rouge se hizo popular porque las chicas mostraban el can-can, ponían
el culo en pompa y lo hacía con una inconmensurable alegría ¿Qué me decís de Marilyn y su famoso revuelo de falda en “La tentación vive arriba”?
Ay, el misterio es lo que nos vuelve locos a más de uno. Ya sea, intentando encontrar el final de la media bajo la mini. Ya sea, averiguar cómo será en la cama esa persona que tanto nos atrae.
Los mirones por definición no me gustan. Esos seres pasivos que nada hacen, que son absolutamente parásitos de existencias ajenas. Y se podría aplicar a todos los ámbitos de la vida.
Prefiero, sinceramente, a los exhibicionistas. Yo soy algo exhibicionista, para qué lo voy a negar. Me encantan los escotes, las faldas cortas, soltar lo que pienso con absoluta franqueza pero no incomodar a nadie y, por supuesto, no se me ocurrirá perseguir al guapo de turno hasta un callejón oscuro y quedarme en pelotas bajo una gabardina.
Valérie Tasso cuenta en su “Paris la nuit” que la práctica del voyeurismo y el exhibicionismo se da en el Bois de Boulogne y en
muchos locales nocturnos pero con absoluto consentimiento de las partes.
Volvemos a lo fundamental. El respeto al otro. Cada uno es libre de ir como quiera sin ser criticado o agredido por un objetivo indiscreto y colocado en el candelero público sin permiso . Porque de ahí, a decir que la minifalda incita a la
violación hay un paso.