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Lola Gracia

Vivir en el filo

Amores otoñales

Un amigo muy gracioso decía siempre que nunca es tarde si la picha es buena. Lo sé, es una burrada, pero es otro modo de expresar algo que quizá suene más cursi: el amor no tiene edad.  Ambas sentencias son ciertas. Son verdaderas por más que nos parezcan trilladas frases hechas (y lo sean).
Algo está cambiando en la mentalidad española. Llama la atención un dato: se duplica el número de divorcios entre personas que sobrepasan los 65 años.  Según el informe “Las personas mayores en España” hecho público por el director general del Imserso, César Antón, con ocasión del Día Internacional de las Personas Mayores, el número de rupturas matrimoniales,  entre personas mayores de 65 años va aumentando y se ha duplicado en una década, al pasar de un 1,36 por ciento en 2001 al 3,17 por ciento en 2011.
Conozco algunos casos de cerca. ¿Por qué a partir de los 65 y no antes? Se me ocurren varios motivos. El principal: con el paso de los años se nos van cayendo los dogmas, los prejuicios y las auto programaciones. Tú llegas al mundo con una idea de la vida pero la realidad se va encargando de machacartela. Nada de lo que creías a pies juntillas se cumple. El amor no siempre es para siempre; Los hijos han abandonado el nido y aquellos que han permanecido junto a su pareja para evitar que el bastión familiar se desmoronase, sienten que ya no tienen esa obligación. La cosa es que, por lo que veo en mis mayores, con el paso de los años uno se libera de cargas y convencionalismos.
 España es un lugar atrapado en las normas sociales, inmovilista y tradicional, incluso en sectores que, a priori, nos puedan parecer muy  progresistas ¿Cuántos matrimonios permanecen unidos por la inercia social?. Quizá exista cariño, comprensión e incluso complicidad pero en muchos casos falla lo esencial.
Inmersos en la rutina diaria, en la comodidad y en el qué dirán, hombres y mujeres, viven atrapados en sus propias vidas. Sólo cuando sienten que se les escapa la existencia o cuando se encuentran en una situación límite, reaccionan.
El ser humano envejece por fuera pero no siempre por dentro. Los hay que se levantan con achaques y arrugas en su cara pero sienten que aún tienen toda la vida por delante. Y en parte así es. ¿Cuántos recomienzan su historia a partir de una edad madura? ¿Y es menos válido su amor, su deleite porque este lo alberga un cuerpo cansado? ¿Cuántas parejas se unen después de agotar capítulos de otra etapa anterior? ¿Cuántos encuentran el verdadero amor lejos del mito adolescente y juvenil?
El amor maduro es más amor. Es más cierto. Contiene menos afeites y engaños. Se asienta en unas bases reales, sólidas. Si llegamos a este mundo sin saber nada del corazón ¿Cómo pretendemos acertar a la primera? Es imposible. Entiendo a la fallecida Duquesa de Alba cuando confiesa que encontró al amor de su vida en Jesús Aguirre, su segundo marido. Ella tenía 52 años.
Si los 40 son los nuevos 20, los 50 y los 60 son décadas de la existencia humana que ya no pertenecen a la decrepitud y al hastío, sino que, en muchos casos, y gracias a un mayor cuidado y calidad de vida, permiten desquitarse de tabúes y miedos. Una pareja de sesentones quizá no quede bien en un anuncio de Calvin Klein pero  qué importa.Las patas de gallo, las ojeras antiguas no harán fotos perfectas pero qué importa. La plenitud, la certeza eso es lo único que importa.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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