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Lola Gracia

Vivir en el filo

Amores tóxicos

 

 

 

Siempre he odiado a las parejas almeja. Además, no me las creo. Cuando ambos lo hacen todo juntos de la mañana a la noche, malo. Uno de los dos tiende a desaparecer. Se convierte en un ser borroso, desdibujado, donde sus objetivos vitales dejan de importar. Donde no sólo se le olvidan qué cosas le unieron a su partenaire, sino que se pierde a sí mismo en la nebulosa de la cotidianidad.

Que algunas de nuestras madres no tuvieran otro remedio que vivir así, sometidas por una cultura machista y equivocada, es un horror. Lo verdaderamente terrible es que nada avanza. Que hoy día, casi el 70% de los adolescentes aseguran revisar el móvil de sus parejas. Más ellos que ellas. Y nos podemos hacer una idea de la dirección  que están tomando las cosas cuando ellas prefieren convertirse en chicas fáciles a “quedar fuera del mercado”

 

El director técnico de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y del Centro Reina Sofía, Eusebio Mejías, ha presentado recientemente un estudio sobre jóvenes entre 14 y 19 años donde más del 50% de chicos y chicas afirman controlar a sus novias/os de una forma  continua. Vivimos en la España de “Mujeres, hombres y viceversa”. Un espanto. Y nuestros jóvenes confiesan sin cambiarles el color de la cara y, quizá sin ser conscientes de ello, que están enredados en relaciones tóxicas donde el amor se demuestra poniendo toda tu intimidad, todo tu mundo, incluso toda tu dignidad en manos del otro. Donde se permite insultar, decirle al otro con quién tiene o no tiene que ir, impedirle que vea a otras personas , hacerle un descarado chantaje emocional e insistirle en tener sexo.

Cierto que, según este estudio,  la violencia física es más propia de los chicos pero el tema de la relación obsesiva y controladora es algo que se da en casi igualdad de condiciones y que para ello se valen de un teléfono móvil y del WhatsApp.

Este verano escuché algo que me encantó del sexólogo Iván Rotella: las relaciones de pareja deben aspirar a multiplicar y no a fusionar.  ¿Qué está pasando con nuestros jóvenes?

La respuesta creo que es sencilla. La educación brilla por su ausencia. Les enseñamos a nuestros hijos qué comer, cómo vestir, incluso algunas pautas básicas de convivencia pero nadie enseña a gestionar las emociones, las relaciones humanas, los celos.

Si desconoces los efectos nocivos del colesterol, te tirarás a por una hamburguesa triple XXL y al cabo de los años, padecerás algún tipo de afección crónica. Si desconoces los efectos adversos de la relación tóxica, de convivir con estos patrones deformados y asfixiantes que se dan en algunas parejas, puedes acabar sometido a vivir una existencia que en realidad no deseas. Con suerte, serás moderadamente infeliz. Con mala suerte, podrás ser incluso víctima de malos tratos y disculparás a tu maltratador/a una y otra vez, hasta que quizá sea demasiado tarde y acabe con tu estabilidad emocional, con tu salud física, con tu salud psíquica y causando un daño irreparable a las personas que te quieren y te rodean. Pueden ser tus hijos, pueden ser tus amigos, puede ser gente que ve cómo te hundes y se siente impotente para ayudarte.

¿Qué es eso de que chicas con toda la vida por delante prefieran convertirse en fáciles a quedarse fuera del mercado? Ese discurso huele a naftalina ¿Por qué ese temor a no vivir en pareja? Sinceramente, me da más miedo este tipo de relación tormentosa y abocada a las lágrimas. Las Desdémonas y Otellos están muy bien para la ficción. Y sólo para la ficción.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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