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Lola Gracia

Vivir en el filo

Sexo y biografía

 

 

 

Tú y yo no somos como un objeto volante no identificado que se “aparece”, de repente, en un verde prado, entre la niebla y el rocío.

No. Tú y yo hemos recorrido un camino. Y nos hemos encontrado. Pero antes, hemos asistido, asombrados, a hechos sorprendentes.

Otros amantes dejaron huellas en nuestro cuerpo. Algunos, cicatrices. Incluso nuestra infancia nos enseñó lo que era el placer, el displacer. El deseo de lo prohibido. Algunas hallaron el fuego entre las páginas de un libro de Anais Nin y ya les es imposible disociar el sexo de las palabras. Otros descubrieron lo erótico que puede resultar una mujer que suda, despeinada, de escote generoso, que se afana y quiere dejar la ropa bien planchada. Y que ella le sonría y que  él no pueda contener al joven cuerpo.

La biología y la sexualidad de cada ser humano va asociada su biografía. Por eso es absurdo reducirlo todo a la ciencia, a la medicina. Nuestro sexo es nuestro cerebro, la cultura; las palabras y conversaciones son sexo; la pintura, la música, ¡¡La escultura!!.

La historia nos desvela una desconocida faceta del gran Gregorio Marañón, uno de los primeros sexólogos que ha dado nuestro país. Esa faceta es la de biógrafo. No puedes explicarte la vida de alguien si excluyes el sexo. No importan los años que tengamos, nuestro grado de práctica incluso nuestra curiosidad o desdén.

Marañón se interesó por Tiberio, por Enrique IV y por el Conde Duque de Olivares, entre otros. Su currículum como médico es apabullante y me resulta curiosa su especialidad tanto por la sexualidad como por la nutrición, imprescindibles para la supervivencia humana.

Por supuesto, él también hizo historia y creó junto a Hildegart la Liga española de la Reforma Sexual en 1933.

Después vino la guerra y todo aquello quedó oscurecido.

La conductas sexuales “peculiares”, por denominarlas de un modo aséptico, son el resultado y consecuencia de carencias o abundancias afectivas, de creencias inculcadas por quienes nos educaron y la reacción favorable o contraria a esas creencias.

El marqués de Sade era un ser que perseguía con egoísmo saciar sus apetitos, conseguir a cuanta mujer deseara, realizar las más obscenas de las orgías pero no era otra cosa que digno heredero de su padre —fanático de la sodomía a adolescentes—, el conde de Sade, que a la postre, abandonó el vicio y se convirtió en abad.

Su odio a la educación religiosa recibida le convirtió en un sacrílego creador de estrambóticas ceremonias donde fornicaba con prostitutas en iglesias abandonadas, o jugaba con cálices y ostias consagradas, como si de un niño rabioso se tratase.

El sadismo procede de su infancia y de las escuelas de jesuítas donde los cilicios, los látigos y la flagelación eran el pan de cada día aunque, para ser fieles a la verdad, al marqués le gustaba más recibir que dar. O sea, que le encantaba la mortificación de la carne. Algo muy habitual en los lupanares franceses de la época. Ríete tu de Grey y del “bondage” más agresivo.

Biología y biografía son indisolubles. La segunda transforma a la primera.

Tú y yo, no nacimos de una coliflor. Ni a ti ni a mi nos trajo la cigüeña. Nuestros padres hicieron el amor con más o menos fortuna pero, gracias a eso, aquí estamos. En nuestra creación hubo sudor, esperma, gemidos y, con suerte, pasión. Pero estos ingredientes no responden sólo a una cuestión genética y reproductiva (sobre todo en la cultura moderna). Los individuos no sólo son hijos de su especie, afirma la sexología.

Somos un puzzle grandioso. Sólo nos queda disfrutarlo.

 

 

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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