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Lola Gracia

Vivir en el filo

Camas felices

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¡Qué importante es la comunicación y el diálogo!. Ya lo dijo Dios. Y primero fue el verbo. La palabra es el inicio de todo. En un mundo donde prevalece la acción, los mensajes rápidos y banales y el ir cada uno a su bola, las parejas se desmoronan como volátiles castillos de naipes.

Se nos rompió el amor, dicen. A veces, efectivamente es así. En otros casos, un leve contratiempo, o enfado, da paso a un silencio pegajoso que se transforma en estructural.

La pareja Masters and Johnson curaron en su día miles de matrimonios con problemas sexuales. Por si alguien no lo tuviese suficientemente claro, las dificultades en la cama son fruto casi siempre de una semilla emocional. Un viejo rencor, un miedo nuevo.  A veces un gatillazo accidental condiciona al hombre por siempre. Y esto no puede ser. Lo accidental es eso:  accidental.

Nuestro cuerpo está todavía preparado para las situaciones de alerta prehistóricas, así que se pone en guardia ante hechos que nos sobrecogen. El deseo sabe más de nosotros que nosotros mismos y la falta de deseo, también. Hay que preguntarse el por qué.

Los sexólogos tratan fundamentalmente disfunciones eréctiles y la eyaculación precoz en hombres. En ellas, la anorgasmia y también el deseo sexual. Los padres de la sexualidad moderna encerraban a sus pacientes en un hotel y les prohibían el coito. A cambio, la pareja aprendía a conocer la respuesta sexual de su compañero y la propia. Se desnudaban, se masajeaban con un aceite y ahí observaban como el cuerpo pasaba de estar sólido como una fría losa de mármol a espirituoso y juguetón. Los fuegos artificiales famosos, ya saben.

Los sexólogos les invitaban a analizar  las transformaciones físicas en el cuerpo de su pareja punto por punto: comenzando por el rubor y continuando por las manifestaciones de excitación de su partenaire: los jadeos, las palpitaciones, la dureza de los pezones de ella y del pene de él, claro.

A las dos semanas muchos de los casos disfuncionales terminaban completamente sanados. Paralelamente a estos encierros, había sesiones de terapia en la consulta juntos y por separado. Conclusión: hablando se entiende la gente y, a veces, pararse a reflexionar y dialogar soluciona grandes y pequeños problemas de alcoba y de vida.

Puede parecer una verdad de cajón pero ahora que leen esto les invito a que repasen mentalmente las ocasiones en las que tuvieron un enfado tonto, un mal día y, desde entonces, este malestar con esa persona se ha perpetuado.

¿Qué pasó realmente? ¿De verdad el conflicto era tan terrible como para esas grandes distancias?

–Lola, tú siempre con tus happy endings

–¿Y por qué no? Vivan los finales felices

Si tiene un problema de alcoba, hablelo siempre. Si tiene un problema con un colega de trabajo, tómese un café con él. Lo sé, es incómodo y nuestro ego siempre nos dirá: pues que me llame él. Las tensiones son terribles en esos caso pero hacemos montañas y montañas de auténticas estupideces.

Si conserva un rencor arcaico pregúntese sobre todo ¿Para qué? Y si este es infranqueable pues, a veces, es mejor un adiós saludable a una cama plagada de odio de malos rollos y enfrentamientos.

Y si tiene un socio cantonal, un jefe incapaz de un mínimo gesto de empatía, por su bien y el de él, llámelo al orden. Con cariño y cortesía siempre, por supuesto.

En la cama y en la vida atesorar “tú me hiciste, tú me dijiste, malaje, cobarde, traidor” es pernicioso . Y siempre, siempre, pregúntese ¿Por qué? y ¿Para qué? 

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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